Claudio Rissi: Historia de un gran actor
Miércoles, 21 Octubre 2020 15:49

Claudio Rissi: Historia de un gran actor

Claudio Rissi es actor, director, profesor de teatro y, sobretodo, un actor todo terreno. Nunca recibió el apoyo de su familia. Su padre nunca aceptó su profesión y, lo más duro, murió sin verlo desplegar su arte arriba de las tablas. Un verdadero actor de Raza que la lucho muchísimo para vivir de su profesión y repasó su vida: su dura infancia y el incansable camino recorrido para convertirse en el actor reconocido que es hoy.

Pese a haberla luchado mucho, su nombre hoy es sinónimo de éxito. Nunca fue una estrella, porque siempre quiso ser artista. Se lució en "El Marginal" como Mario Borges. Se consolidó como un impulsor del teatro alternativo. De pibe se entrenó como actor haciendo de ciego en colectivos y a los diez años escribió sus primeros guiones de teatro. Pasaron años de mucha lucha y trabajo hasta que a mediados de los 90, la recordada serie Poliladron lo dió a conocer ante el público. Realizó innumerables películas y obras teatrales. Le otorgaron prestigiosos premios y hoy tiene el galardón más importante, el cariño de la gente.

Desde su niñez, Claudio Rissi soñaba con subirse a un escenario y actuar. Ese deseo era tan fuerte que luchó por cumplir con su vocación. Pero no fue un camino fácil: su padre no quería que se dedicara a la actuación. Sin embargo, empezó con el teatro a los 17 años. Estudió tornería y aunque ejerció este oficio durante un tiempo, no le gustaba. Tuvo períodos en los que no conseguía trabajo. Se las rebuscaba como podía, incluso llegó a dormir en los colectivos de la Línea 60 y en la calle. Hoy, está orgulloso de haber podido construir una carrera en el teatro, el cine y televisión.

“Nací en la casa de mis abuelos en Boedo, en el pasaje Angaco, el más angosto del barrio. Vivía en una casa humilde.Me crié en San Juan y Boedo. En una casa chorizo que pertenecía a mis abuelos y que de tan vieja se venía abajo. No tuve una infancia fácil, de chico era muy callado. Yo antes no emitía opinión. De hecho me sigue costando mucho, tengo que trabajar sobre eso. En mi casa hablar no estaba bien. Mi padre era un autoritario que no me dejaba hablar, ni pronunciar sonido. Me llegó a golpear: ‘callese, usted qué sabe’, recuerdo que me interrumpió una vez cuando yo ni había terminado de decir una palabra. Era un niño. Me pegó un cachetazo y la cabeza me rebotó contra una ventana. Estábamos comiendo en la cocina. Mi padre sentado frente a mí. La mesa apoyada contra la pared. El tirante de madera sosteniendo el ventanal de hierro vidrio. Y me quedó grabado ese golpe: mi cabeza yendo para un lado y después para el otro. Eso marcó mucho mi personalidad. El actuar me salvó desde muy chico. Actuar es jugar y hacer de otros. El juego era lo único que me apartaba de mi realidad y me ayudo durante toda mi niñez, pero me costó siete años de romper lazos”, recordó.

Fascinado con el cine y la actuación desde muy pequeño aseguró: “Desde los diez años supe que quería ser actor. Empecé a escribir teatro sin conocer el teatro, y sin conocer el teatro yo quería ser actor, entonces a los diez años empecé a hacer cosas y la pelee hasta los 17 que empecé a hacer teatro independiente primero fui un actor clandestino para que no se enterara mi viejo. Nunca tuve una crisis vocacional. Yo soy hincha de San Lorenzo pero hasta me hice socio de River porque había teatro. Después entre al conservatorio de arte dramático y jamás me arrepentí de haber elegido esta profesión. De niño ví “Dedos de oro” de James Bond y la adapté para hacerla en la escuela, me las rebusqué sin apoyo para hacer teatro: primero actuando clandestinamente; y luego, ya independizado, adoptando distintos oficios al paso para poder bancar mi decisión. Así fui sereno, ensobré correspondencia, cobré el cable, hice encuestas y pagaba ida y vuelta en el colectivo 60 que iba a Tigre, para dormir ahí cuando no tenía donde dormir. Entre ir y volver al Tigre ya había dormido cinco horas. Hasta dormí en un colectivo durante un tiempo, porque no tenía casa. Hoy lo miro con simpatía, pero en ese momento lo vivía con frío. No estaba bueno. Pero me sirvió.” Recordó el actor, rememorando los sinsabores de la carrera.

“ Mi vieja era costurera. Hacía terminaciones de prendas en nuestra casa para poder criarnos. Y Rafael,mi viejo era empleado, estaba empecinado con que fuera un obrero especializado. Por eso me recibí de oficial tornero mecánico. Él decía que ni siquiera los técnicos servían. Soy oficial tornero mecánico y fui a una escuela de artes y oficios a aprender tornería. Trabajé de eso mucho tiempo, pero yo quería ser actor. Y para él, eso no servía: "Cortate el pelo muchacho y dedícate al laburo", me decía. Y no me vio jamás, nunca quiso verme. No iba a torcer su brazo de darme la razón. Se murió en el 81 sin verme actuar.” Contó Claudio Rissi.

“Cuando hice mi debut en televisión – continuo el actor-, un bolo muy chiquito antes de los títulos, le quise mostrar y no me dejó. Estaba viendo Bonanza y cuando cambié de canal me dijo: ‘Saque esa mierda’. ‘Pero son treinta segundos’. ‘No importa’. Había una sola tele en casa y no veía televisión argentina salvo Operación Ja Ja. Debuté y no pude verme. En mi familia nadie quería que fuese actor. Hoy disfruto del afecto, del amor de la gente y estoy haciendo lo que quiero. Como hice toda mi vida…” Rememoró el actor que jamás dudo la elección de su profesión.

Durante los tiempos en los que la única forma de trabajar en la ficción televisiva era ir por los canales a la pesca, a Claudio le decían Daniel (su otro nombre) y burlaba a la seguridad privada con una base de maquillaje que se ponía antes de entrar: “Estoy grabando”, decía con seguridad. Solo así lograba romper esa primera barrera: “No tenía un mango y prefería irme caminando hasta los castings para poder comprarme un paquete de puchos, que además me distraían las ganas de comer. Aunque muchas veces eran caminatas tristes, porque me rechazaban los papeles y me volvía cagado de hambre y llorando”.

De chico siempre me rebelaba contra la autoridad. Decía que quería ser artista, doctor o mecánico. Recién en cuarto grado me dejaron subir al escenario: hice de Laprida, el del Congreso de Tucumán. Mi pasión por la actuación había empezado a los ocho años, cuando fui con mi mamá y mi hermana a ver Goldfinger (1964), la famosa película de James Bond. Ese día, cuando llegué a mi casa, empecé a escribir una adaptación de la película para hacer en la escuela, aunque nunca la llevé a cabo. Antes, ser artista era "cosa de gays y drogadictos". Entonces preferí dejarla encajonada y terminé estudiando para tornero mecánico. Para que mi viejo me aceptara. Mi vieja, fue un poco más flexible. Yo no nací rebelde: me hice rebelde para ser actor y defendí mi profesión de manera caprichosa. Mi formación académica es exigua. Recuerdo que me hice socio de River porque ahí daban clases de teatro. Mi primera maestra fue Adelma Lago. Yo era de San Lorenzo y me terminé haciendo "gallina". En el '76 me recomendaron que fuera al conservatorio, un lugar por el que encima pasaba todos los días cuando iba a trabajar a un taller de tornería. Al final me decidí y entré gracias a un plan que no exigía título secundario. Pero me fui muy pronto, porque la disciplina imperante me agobió.

Rissi empezó a hacer teatro a fines de los ’70, cine a mediados de los ’80 y televisión con regularidad entrados los ’90. Generalmente con personajes queribles pero secundarios (el efímero aunque inolvidable Galván en Los Simuladores, el narpiede Diego Capusotto en el corto Tiempo de Descuento o sus consagratorios roles en las películas 76 89 03 y Aballay, premiados con sendos Cóndor de Plata). “Siempre fui muy de elegir los papeles”, juraRissi. “Estaba cagado de hambre y un colega amigo me decía: ‘¡qué negro de mierda sos! ¡Tenés que agarrar lo que aparece!’. Pero prefería no hacer estupideces”.

Rissi tiene 64 años y hace casi de 50 que es actor. Buena parte de su carrera no solo fue desconocido para el público sino que realmente la pasó mal: “Me costó pero estoy agradecido, al final me fue bien. Pero, literalmente, me cagué de hambre. No es fácil esta profesión. No conseguía trabajo. Es muy difícil, es un medio muy pequeño .Hay poco laburo para los actores. Pero las satisfacciones son infinitas. Yo no puedo creerlo, es más popular hoy mi personaje de Borges, que el propio José Luis Borges con toda su literatura. 'El Marginal' se convirtió en un fenómeno de culto. Para mi Luis Ortega es un fenómeno, lo que hace esta muy cercano al cine de Leonardo Fabio".

Pese a los vaivenes de la profesión, está orgulloso de haber podido construir una carrera en el medio e ir cumpliendo sueños: “Si me preguntabas cuando era pibe a dónde soñaba llegar te decía a Hollywood. Te decía los Oscars, Cannes. Y te lo decía como algo inalcanzable. Ya me resultaba difícil llegar a ser actor, imagínate llegar a Cannes. Era el sueño del pibe, lo soñé durante 45 años", cuenta Rissi que llegó allí como co-protagonista de La novia del desierto, una ópera prima, vendida a más de 20 países, que causó sensación y encantó a la mismísima Uma Thurman (jurado presente) quien le confesó estar enamorada del Gringo, el vendedor ambulante que le tocó hacer en la película. Momento que supero realmente todas sus expectativas”.

“Los sueños se cumplen y para mí los sueños son el motor para que la vida tenga un sentido .Hagas lo que hagas, si lo hacés con pasión vas a encontrar un modo de hacerlo cada vez mejor. Para mí ser actor es jugar como cuando era niño y eso me salvó”.

Su vida y su historia completa, en su propia voz, aquí en Íntimamente con Alejandra Rubio.