Rodolfo, quien actualmente tiene 86 años, vive y ha vivido siempre de la actuación, asegura: “Este momento está dificilísimo para los actores. Yo siempre digo que, si un canal decide hacer ficción, yo creo que se arma una cola de 30 cuadras de actores, primerísimas figuras, que trabajarían por el sueldo mínimo. Lo de Pablito Alarcón y trabajar a la gorra me parece muy bien, es súper valido. El hace un texto del siglo XVI, que remite a esta situación que estamos viviendo, el público le dijo si y “la gorra" es el génesis del teatro. Aplaudo su impronta”, reflexionó.
Rodolfo Ranni es un resiliente, vivió una dura infancia en medio de la segunda guerra mundial y se sobrepuso a vivencias e imágenes, que pocos podrían hacerlo: “Crecí en el medio de la guerra. Con mi hermano, cuando había bombardeo, salíamos a la vereda y mirábamos cómo caían las bombas. A la mañana me levantaba y desde la ventana de mi cuarto veíamos el mar y los cadáveres flotando. Íbamos y mirábamos. Si tenían las manos atadas con alambre de púa, sabíamos que eran partillanos fusilados por los alemanes y si no estaban atados, eran alemanes fusilados por los partillanos. Veíamos cadáveres como una cosa cotidiana. Uno se acostumbra. Imagínate, yo nací en el 37 y en el 39 empezó la guerra, yo soy un hijo de la guerra”. Recordó el actor que en su infancia sus juegos favoritos eran pescar en el mar, las carreras en bicicleta hasta el campo de su abuelo y buscar granadas en las zanjas para arrojarlas al fuego, sin comprender el peligro, hasta que un día a uno de sus amigos le estalló una en sus manos y murió.
Para sorpresa de muchísimos, Rodolfo empezó a fumar a los cinco años. “Soy un fumador genético. Pucho que encontraba en la calle, yo agarraba. Con papel de diario y hojas secas me hacía los cigarrillos. Para mis cumpleaños pedía puchos en vez de juguetes. Hoy ya hace más de 30 años que no fumo. Un día sentí una puntada y dije basta, no puede ser que 10cm me dominen la vida. Llegué a mi casa y no dije nada, pero nunca más volví a fumar”, relató el actor.
Ranni nació en Italia el 31 de octubre de 1937 y así lo recuerda: “Nací en un pueblo llamado Arcia, en Italia. Pueblo que no conocí porque me fui de allí cuando solo tenía 6 meses y me crie en un pueblo que se llamaba Fasana, frente al mar y en el campo de mi abuelo que estaba a 8km. Ahí pasé mi infancia en plena guerra. Aunque parezca mentira, uno se acostumbra a la guerra. Se acostumbra a la cosa cotidiana de los bombardeos, las sirenas… Te puedo decir que tuve una infancia muy feliz a pesar de todo eso y de lo que veía todos los días. Me levantaba a las cinco de la mañana para tocar las campanas que llamaban a misa, no me perdía ninguna celebración y cantaba en el coro, era tenorio. Yo en realidad quería ser cantante, pero se me dio lo de actor. La teatralidad de las celebraciones religiosas me marcó mucho”.
Fue monaguillo en Italia, su tierra natal. Jugó entre granadas y armas. A los 10 años llegó a la Argentina profugándose con su familia del mariscal Tito. Primero estuvieron 10 meses en Bari, luego en Génova y después su padre decidió venir a la Argentina donde estaban dos de sus hermanos. Su padre falleció al año de llegar a este país y , desde muy chico, Salió a trabajar para ayudar en la casa. Soñaba con ser cantante, pero se volcó a la actuación. Con 15 años, fue uno de los fundadores y hacedores del teatro Payró, de donde su madre lo sacó de la oreja castigado y prohibiéndole regresar. Cuando con una gran actuación convenció a su madre de levantarle el castigo, descubrió que su profesión: “Tenía 15 años, llevaba tres días de penitencia encerrado en mi cuarto y no sabía cómo hacer para que mi madre me levantara el castigo. La llamé a mi pieza y le dije Mamá, quiero salir, por favor. Te quiero pedir perdón. Mi vieja me escuchaba, me senté en su regazo y llorando le di la razón, le reconocí que me había portado mal... Me mandé una escena tan grande, tan conmovedora, tan verosímil, que se le cayeron las lágrimas, me levantó la pena y me dejó salir. Fue una verdadera puesta en escena. No estaba para nada arrepentido... pero ella se lo creyó. Ese día me di cuenta de que iba a ser actor. No tuve dudas”.
Con poco más de 70 años de carrera, el Tano recuerda que en 'Una cita con la vida' tuvo su primer trabajo cinematográfico: “Hasta los 20 trabajé en una compañía de seguros. Me fui porque un día me comentaron que Hugo del Carril estaba por filmar y había que mandar fotos. Yo sólo tenía una que estaba cortada por la mitad, porque una novia enojada la había partido para llevarse su parte. Y fui con mi pedacito y me llamaron. El gerente de la compañía me dijo 'Vaya y cuando termine con la película me avisa si sigue o no con nosotros'. Ese tipo se llamaba Modesto Torcida y le debo mucho con ese gesto".
Autodidacta, la carrera de Ranni es tan extensa como ecléctica: empezó en cine con Hugo del Carril, fue dirigido por Armando Discépolo, su primer exitazo en televisión fue 'Muchacha italiana viene a casarse', que consto de 1000 capítulos y estuvo en el aire tres años y medio. Realizó innumerables ciclos televisivos, películas y obras teatrales, estuvo cerca de ganar un Cantando por un sueño, condujo un programa de cocina, fue el primer galán seductor con pancita de nuestro país y el protagonista del primer beso gay en la TV argentina junto a Gerardo Romano y así recuerda ese momento: “Hubo un antes y un después en mi carrera después de Zona de riesgo. Fue el puntapié inicial para que empecemos a ver parejas del mismo género en la ficción argentina. El mejor recuerdo que tengo de ese trabajo es ver a todos los técnicos del canal esperando la escena, ellos también sabían que íbamos a marcar una época y un antes y después en la televisión. Estábamos haciendo historia.”
Charlando sobre el pasado y los recuerdos el querido Tano aseguró no añorar el pasado y concluyó: “La nostalgia es una cosa que uno tiene que dejar para cuando te encontrás con unos amigos y te tomás un vaso de vino. Uno tiene que tratar siempre de estar cuatro pasos adelante, no atrás. Creo que mañana todo puede ser mejor, siempre. En lo que se te ocurra: en la comida que no te salió bien, en un trabajo nuevo... Así vivo yo. Para mí, siempre es mejor lo que viene, no lo que fue”.