Su verdadero nombre es Martina Agustina González. Nació el 28 de noviembre de 1944 en el Hospital Rivadavia – donde actualmente su hija es jefa de obstetricia – Debutó como actriz a los tres años, trabajando como extra junto a sus hermanos. Tiene casi 80 años y hace 77 que trabaja. Recibe la jubilación mínima y llega a fin de mes gracias a la ayuda económica de su hija, pese a que ella jamás deja de trabajar, ni aun llevando adelante un tratamiento oncológico: “La vida esta difícil económicamente para todos, no solamente para mí. Yo tengo dos ángeles: uno que me cuida desde el cielo (Leandro, su hijo fallecido) y otra, que es mi hija Mercedes, que me cuida en la tierra. Mercedes se ha convertido casi en una madre para mí, me cuida y está atenta a mis cuentas y las cosas que tengo que pagar. Ella me ayuda, yo con la jubilación mínima mucho no puedo hacer, pero gracias a Dios tengo trabajo y eso es una bendición para mí. Me ayuda psicológicamente pero también económicamente que, como para todos, es importante. Si no trabajara no sabría qué hacer porque toda mi vida trabajé. Y económicamente no puedo dejar de hacerlo porque nunca hice tanta plata. Estuve unos meses sin trabajar cuando falleció mi hijo. Creí que no iba a poder volver, pero Jorge Lafauci -que es un gran amigo- me dijo que lo que me iba a salvar era volver a trabajar y tenía razón. En ese momento yo lo miré y dije: '¿qué está diciendo este loco? ¿Cómo me va a decir eso?'. Yo no quería trabajar, no quería vivir, imagínate. Volví gracias a Nora Cárpena, que me ofreció hacer el papel de Moria Casan en Brujas, y estuvimos de gira durante tres años. Mi hijo falleció en febrero de 2001 y en octubre me llamó Nora, en esos meses no pude parar de llorar. Y en los primeros tiempos, cuando terminaba la obra, tampoco. La muerte de un hijo no se supera jamás, pero, aunque parezca increíble, todo se acomoda. Convivís con el dolor. Siempre uno tiene que ver lo que tiene y no lo que no. Yo tengo una hija maravillosa por la que seguir viviendo y Lean me cuida desde del cielo.”
Resiliente y optimista, Marta sigue subiendo a los escenarios de todo el país pese a estar en pleno tratamiento contra el cáncer y así lo cuenta: “Junto a Nancy Anka estamos haciendo en gira “Madre hay una sola”, una hermosa obra que al público le gusta muchísimo y yo disfruto mucho hacerla. Hace unos días estuvimos en el Teatro Stella Maris de San Isidro, un teatro que nunca había estado y que hasta canto Gardel. Fue hermoso, las tablas me hacen olvidar todos los males. En el único lugar que no me canso es el escenario. En Cosquín, cuando comencé con el tratamiento, dormí durante todo el día y solo me levanté porque tenía función. Para muchos es un sacrificio, para mí es una bendición.”
La actriz que se siente acompañada por el público desde toda su vida, decidió compartir con sus seguidores lo que le está pasando y su día a día. Mediante un video que publicó en su cuenta de Instagram comenzó contando, en su momento, que le volvieron a descubrir células cancerígenas después de realizarse una nueva biopsia. La actriz, que venció al cáncer de mamas en tres oportunidades, reveló: “La primera vez que tuve cáncer fue cuando Leandro, mi hijo, decidió irse a vivir a México. Luego a los seis meses de su muerte me hice estudios y vieron otro. Y con el tercero me hicieron mastectomía y tenía que seguir tomando una píldora durante ocho años más… y ahora… otra vez el resultado no salió como me hubiera gustado, pero le estoy dando batalla. Tengo cáncer de mama alojado en la piel. Hago el tratamiento y sigo trabajando. Tengo una oncóloga que es un ángel, la Dra. Victoria Constanzo, que bajó un poco la medicación para que no esté tan cansada. Es tan fuerte el tratamiento que me cansa mucho más que la quimio, pero me subo al escenario y me olvido de todo. Ahí no soy Marta, soy Bety, y el público se merece lo mejor de mí.” Aseguró.
Marta desde que tiene recuerdo es actriz y así rememoró sus comienzos: “Mi mamá, que era extra, nos llevaba a los cinco hermanitos a los sets, y, sin embargo, la única actriz soy yo. Al primero que llevó fue a Gerardo (quien fue productor de televisión) porque era muy lindo y después al resto de nosotros. Mi mamá era una gallina, que iba con los cinco pollitos a todos lados. Mi hermana María Esther, que es la menor, casi nació en la película ‘¡Qué hermanita!’, que protagonizó Olga Zubarry. Nació y a las dos semanas volvimos y los utileros le habían hecho un canastito donde ella se quedaba tranquilita. Me crie en el medio y siempre me cuidaron mucho todos. Cuando trabajaba con Los cinco grandes del buen humor, ensayaban los chistes y me hacían salir porque yo era muy joven para escuchar ciertas cosas. Mi amor por este trabajo lo descubrí después, de chica lo hacía jugando, aunque también era una obligación porque necesitaba ganar plata para ayudar en casa. Mi papá era empleado, teníamos una casa chorizo que construyeron mis abuelos en lo que hoy es Palermo Hollywood, nunca nos faltó nada, pero tampoco nos sobraba. Empecé de muy abajo y estuve mucho tiempo entrando por la puerta del costado. El día que entré por la puerta grande me puse a llorar de la emoción, aún hoy me emociona el recuerdo y se me entrecorta la voz de contarlo.”
Siempre resiliente en su manera de afrontar la vida, la actriz que debutó en cine, con solo tres años, en “La cuna vacía” un film dramático protagonizado por Ángel Magaña, Susana Campo y Alberto de Mendoza; llegó a superar los 50 puntos de rating protagonizando novelas como “Ella la Gata” y “Estrellita, esa pobre campesina”; participó en el Festival de cine de San Sebastián con Boquitas pintadas; fue jurado internacional en el Festival de Huelva y a lo largo de su carrera conoció a Gabriel García Márquez, Fidel Castro, Sofía Loren, Richard Burton y Alain Delon, entre tantos otros… sobrellevó los peores dolores y golpes de la vida sin dejar de actuar. Un gran ejemplo de cómo seguir adelante, pese a todo, nunca bajando los brazos.