Edgardo Nieva: Antes del último round
Martes, 08 Septiembre 2020 16:13

Edgardo Nieva: Antes del último round

Tenía 69 años. Nos dejó hace muy poco. Fue actor, vendedor, buscavidas, trabajador de la cultura, militante y un luchador incansable por sus sueños y los derechos de los que menos tienen. Su dura infancia, su lucha en la vida, la odisea que debió realizar para cumplir su sueño de llevar al cine la vida de Gatica, la negativa inicial de Leonardo Favio para que haga el papel, las cirugías a las que debió someterse para parecerse físicamente al boxeador. La historia completa de un verdadero boxeador de la vida.
Los actores, las actrices, los artistas no mueren…

Solo dejan este plano y viven por siempre en sus trabajos y en las palabras que dejaron.

El gran actor Edgardo Nieva ya no está con nosotros, pero dejo su legado y su gran historia de superación para inspirarnos a todos.
Nació en Buenos Aires, en una pensión, frente a lo que hoy es el hotel Bauen. Su madre era concertista de piano y su padre mozo del mítico bar Ramos. Pasó hambre, luchó incansablemente por sus sueños. Recorrió por más de 40 años los escenarios y así contaba su historia:
“Yo nací en Callao 339 frente al Bauen, el edificio todavía existe y era una pensión de Pedro Mafia, un director de orquesta de tango. Vengo de una mezcla rara. Mi mamá era de la alta sociedad de Bahía Blanca, que viajo a Buenos Aires huyendo de un amor y conoció a mi viejo, mozo de un bar. De esa mezcla nazco yo, en una pieza de 4 x 4, sin ninguna ventana, sin heladera, sin cocina. Cocinábamos en un calentador a querosén. En esa pensión crecí y conocí personajes muy variados que me marcaron. Desde un extra de cine boliviano, que trabajaba mucho; hasta León Zarate, un actor de los años 40 y 50 que había filmado con la mismísima Eva Duarte y hacía teatro de varieté. Con él tuve mi primer contacto con esta profesión. Ensayaba en su habitación y yo con solo tres años le alcanzaba las pelucas para cada personaje. Después, cuando comencé el colegio, actué en todos los actos escolares. Mi padre fue mi primer director. Si yo tenía que hacer de San Martín, el me decía como tenía que agarrar la espada o impostar la voz. Mi mamá, que había querido ser concertista de piano, fue mi primer público, aunque quería que yo fuera militar o escritor”.
“Ya en el colegio secundario –continua rememorando– cree un grupo de teatro y fundé con mis compañeros un diario que se llamo ‘Inquietudes y Esperanzas’. Recuerdo que cuando se hizo el primer trasplante de corazón en Argentina, yo lo cubrí. Tenía 16 años y le hice una nota al Doctor Miguel Bellizi, quien realizó la cirugía. Después me anoté en la facultad de Ciencias Económicas y me alejé un poco de la actuación hasta que el destino nuevamente me sorprendió. Un compañero me vende una entrada para un asalto que organizaban del colegio de su hermana para juntar plata para irse de viaje de egresados y fue un fracaso. A mí se me ocurre proponerles hacer una obra de teatro y, como eran todas chicas, se hizo una sátira de la revolución femenina, que en esa época era un boom. Ese fin de semana, fue el principio de todo, vino a vernos el director de teatro Víctor Mayol (quien después fue mi maestro), me ofreció integrarme a su grupo de actores y dejé la facultad”, enfatizó Nieva.

“Cuando dejé la facultad, mi papá quería matarme, él ansiaba que yo fuera profesional. Y hasta me echó de casa. Su temor era que yo pasara hambre. Cuando yo le dije que quería ser actor me dijo: ’Edgardo. Llega uno en un millón y se muere de hambre encima’. A lo que yo le contesté: ’Puedo ser ese uno en un millón y vamos a ver si me muero de hambre’ y comencé a hacer teatro independiente, aunque siempre tenía un trabajo paralelo para mantenerme".
“Hice de todo en la vida. Trabajé en oficina. Fui vendedor y un buscavidas incansable. Vendí cursos de lectura veloz, fotocopiadoras, libros, socios para círculo de lectores. La venta y el teatro están íntimamente ligados. Vender es actuar. Lo hacía tan bien, que después fui hasta instructor de vendedores. A mí me dejas desnudo en el Sáhara y yo te pongo una sucursal de Freddo. Tengo un gran instinto de supervivencia. Yo siempre digo: ‘el que pasó alguna vez hambre, sabe salir del pozo’. Y yo alguna vez pasé hambre", recordó el actor.
Refiriéndose a los malos momentos y al no tener un plato de comida en su infancia, Nieva, rememoró emocionado: “No tuve para comer circunstancialmente. Alguna navidad me fui a dormir sin comer, y es algo que me quedó para siempre en el recuerdo. Cuando necesité en mi carrera emocionarme o recurrir a la memoria emotiva, siempre fui a la imagen de mi madre dándome un beso en la frente el 24 de diciembre a la noche, diciéndome: ‘Vamos a dormir’. No Había para comer. Entonces, como no entender cuando alguien no tiene para comer, cuando pasa hambre, cuando no puede darle un plato de comida a sus hijos, esa angustia es intransferible y por eso me hice militante".
“Una cosa es hablar de hambre y otra, muy diferente, es haberlo vivido. Si semejantes dolores no te matan, te hacen fuertísimo, te hacen el ser más fuerte del mundo; y ahí corres con una gran ventaja por sobre el resto que no ha vivido estas cosas. Es muy difícil que la vida te voltee cuando ya estás entrenado en esto de esquivarle a los malos momentos y avanzar, siempre avanzar. Ya después es una actitud en la vida ser optimista o no. Podes serlo y superarte o quedarte en el pasado. Los sueños en nuestro país son posibles, tenés que buscar la forma y no bajar los brazos".
Pero el destino de Nieva era la actuación. “Ya en el año 77 entre al elenco de ‘La Cocina’ y conocí a grandes actores, como Mario y Salo Pasik, que me ayudaron a ingresar. Ellos me llevaron a trabajar en ‘El Amor tiene Cara de Mujer’ y ya me conecte de otra manera con la profesión. Después viene Tato Bores y quedo fijo en su programa. Él me enseñó todo lo que se de televisión. Y la coronación fue conocer a Leonardo Favio".
Luego de una larga carrera, su sueño fue ser el protagonista de GATICA, una de las películas más importantes del cine argentino dirigida por Leonardo Favio, y lo logró pese a la oposición del propio director y las desventuras que tuvo que hacer para convencerlo que él era el indicado para ese protagónico. Tal fue así, que no dudo en operarse la cara para interpretar el papel de sus sueños y su gran oportunidad: “Busqué a Favio y cuando le conté todo, me dijo que me iba a decir dos cosas: una muy cruel y una muy hermosa. Le dije que empezara por la hermosa: ‘Es la tercera vez en mi vida que me cruzo con un actor con tu riqueza expresiva’. ‘¿Y la cruel?’, le digo. ‘Soñé un Gatica adolescente, de 18 años’. Y me ofreció ser el co-protagonista. Me quedé mudo. Yo lloraba, no podía parar de llorar. Favio me agarra la mano y me dice: ‘Soy un hijo de puta, perdóname’. Yo llorando le dije: ‘Vas a encontrar actores mejores sin ninguna duda, caras más parecidas a la de Gatica también. Pero difícilmente encuentres a alguien que conozca los motores que lo sacaron de la pobreza y lo llevaron al lugar al que llegó, como yo los conozco. No podía parar de llorar, pero finalmente acepte la oferta".
Continuando con el relato cronológico, Edgardo continua:” A la semana fui a lo de su hermano a contarle. Y él me dice que Leonardo había quedado muy impresionado con mi relato, que se había enamorado de mi personalidad. Y me dijo que Leonardo primero iba a ir a buscar al actor a las villas y como tenía que ser un personaje con muchos matices, se iba a frustrar. Me propuso sacarme fotos bien caracterizado y me dijo que cuando lo viera deprimido, por no encontrar lo que quería, se las iba a acercar. Volví a mi casa llorando de felicidad solo por tener la oportunidad y seguir peleándola por mi sueño. Cuando nos vimos nuevamente con Favio, nos dimos un abrazo enorme, y me dijo: ‘Guacho, el otro día con tu gesto, me mostraste el alma del Mono Gatica. Esto es lo que yo le tengo que mostrar a la gente, no al hermano mellizo’. Y me dijo que a partir de entonces hasta la eternidad, la cara de Gatica para todo el mundo iba a ser la mía. Y, otra vez, me agarró un ataque de llanto. Luego me pidió para parecerme a Gatica, ‘un pequeño sacrificio quirúrgico’. Varias cirugías estéticas: Me rasgaron los ojos, me ensancharon la nariz y me cortaron los lóbulos de las orejas. Muchos dicen que fue mucho, pero yo, hasta el día de hoy, no me arrepiento de haberlo hecho y volvería a hacerlo. Siempre dí todo de mi para cumplir mis sueños.”
Describiendo su personalidad, el actor que ya está en la historia del cine argentino con la que sin duda ha sido una de las mejores actuaciones del siglo XX, aseguró: “Yo soy un obsesivo de la profesión .Para la película hice vida de boxeador, iba a correr a las 6 de la mañana con ellos, hice boxeo y hasta sentí el dolor de los golpes verdaderos. Nada era mucho. Tenía que dar todo".
Y valió la pena. Con Gatica ganó todos los premios, incluso el premio Cóndor de Plata, como mejor actor protagónico a Federico Luppi, que competía por la película “Matar al abuelito” y al mismísimo Marcello Mastroianni, que compitió por el film “De eso no se habla”.
La repercusión de su actuación llegó hasta Estados Unidos. Robert De Niro, quien también interpretó a un boxeador en Toro salvaje, lo felicitó: “Tu trabajo es extraordinario. Ustedes se pegaban en serio: a mí las trompadas me pasaban a veinte centímetros”. A lo que Nieva agrega: “Yo tuve algo muy claro, era mi oportunidad de quedar en la historia y no iba a dejar nada librado al azar".
Y una vez alcanzada la gloria, tampoco le fue fácil: “Después de hacer Gatica, se suponía que me iba a sobrar el laburo y no me sobró –continuo el actor-. Gané muchos premios, pero no me querían en los elencos. Se me hizo muy difícil. Llego un momento que tuve que vender: el auto, la moto y sólo me quedó una ficha de subte. Si me quedaba en casa, me deprimía más. Entonces salía a caminar muchísimas cuadras hasta el centro y si me cansaba tenía la ficha para volverme en subte. Ahí, de última, encuentro a un amigo gerente de una empresa y me ofrece meterme en el negocio de maquinas de café. Yo sin un peso y nuevamente me salvó el vendedor que llevo adentro y el destino. Encontré a otro amigo, lo convencí de invertir y nos salvamos".
Pero más allá de ese papel, Nieva también tuvo una intensa actividad teatral. Durante tres meses, estuvo en contacto con personas que vivían con discapacidades neurológicas para interpretar al discapacitado mental de El dragón de fuego, que estrenó en el Cervantes en 1997. Para Nieva el teatro fue su lugar en el mundo; actuó en Un tranvía llamado deseo, en Esquirlas, Muero por ella, en El nuevo mundo, en La empresa perdona un momento de locura, en Orquesta de señoritas, y La demolición. En cine, luego de Gatica, el Mono, trabajó en Tesoro mío, Ni vivo ni muerto, Expediente Santiso y Aníbal, justo una muerte.
Como cuenta pendiente le quedó interpretar a Juan Manuel de Rosas. Que como con Gatica, contrató a un guionista, empezó a preparar el personaje y hasta ya había dominado el andar y el entenderse a la perfección con un caballo. Film, que seguramente, rodará en el cielo.
Su vida y su historia completa, en su propia voz, aquí en Íntimamente con Alejandra Rubio.