“Las épocas de crisis, cuando la gente está apretada de plata como ahora, ofrece más posibilidades y desafíos para un buen trabajo humorístico, para intentar generar un buen momento y cambiar el ánimo. No incluyo religión, fútbol ni política en mis espectáculos; eso separa, divide al público y el humor une. Aparte de hacer reír, que es mi objetivo principal, hoy busco que los que ven mi show rompan con ese estado de temor permanente que provoca la crisis. Me acuerdo que en 2001, cuando en la Argentina reinaba la incertidumbre, yo igual salí de gira, recorrí casi todo el país. Y me fue muy bien. Hacía un espectáculo que mezclaba sensaciones graciosas y dramáticas. La gente me lo agradecía como si hacerlos reír hubiera sido algo místico, me veía como una especie de pastor evangélico”. Aseguró el cómico internacional, que supo conquistar hasta el público chileno obteniendo varias Antorchas en el Festival de Viña del Mar.
Con respecto a cómo surgió su estilo humorístico, el cómico confesó: “En los inicios de los años 70 laburaba con un grupo que se llamaba Los Grillos en un local de Villa Gesell donde estaba todo dado para que los artistas hicieran lo que se les dé la gana. Eso me dio la pauta de lo bueno que es trabajar con libertad. Era una época en la que había una revolución creativa. Empecé haciendo música y sumándole un lenguaje humorístico medio disimulado. En esos años estaban muy de moda la psicología alternativa, las terapias experimentales. Y yo hacía unos monólogos inspirados en textos de Freud que me permitían jugar con el público más intelectual, que sabía de lo que estaba hablando, y también con el que no tenía ni idea sobre el psicoanálisis y los escuchaba como un palabrerío ridículo. Mi objetivo fue siempre evitar hacer humor para un ghetto. Busqué siempre un humor popular que convocara a toda la familia. Entonces fui puliendo con el paso del tiempo un lenguaje cada vez más entendible para todos”.
En relación a sus inicios, en una larga charla, el multifacético artista recordó: “Mi madre era profesora superior de bellas artes. Y mi padre, un enólogo sanjuanino que cantaba y tocaba la guitarra. Así que crecí entre bastidores y escuchando música, mayormente folklórica. No había problema con mis deseos y mis gustos, pero también querían que hiciera una carrera universitaria. Y me metí a estudiar arquitectura. Al mismo tiempo estudiaba música teatro y mimo. En todo lo que hacía aparecía el humor, que siempre fue el lenguaje con el que me sentí más cómodo. Las coplas que me cantaba mi viejo y la influencia de cierta picaresca española fueron muy importantes para mí. El tango y el bolero también. Después viví en Córdoba, donde el absurdo es moneda corriente y eso también me ayudo a formarme.
Hugo Varela realizó obras de títeres, estuvo en coros, integró conjuntos folklóricos, grupo de rock, grabó discos como autor e intérprete, se recibió de Maestro Normal Nacional, cursó parte de la carrera universitaria de Arquitectura; paralelamente estudió teatro, mimo, pantomima y expresión corporal…
A lo largo de su carrera profundizó en el arte del humor, siempre se caracterizó por su creatividad, comunicación con el público, la fabricación de originales instrumentos musicales hechos por el mismo y su estilo realmente único. Trabajó en cine junto a Olmedo, Porcel y otros grandes; en TV se vio desafiado con cada programa de Badía & Cía que le abrieron puertas en otras participaciones televisivas y lo “obligó” a crear cientos de instrumentos; pero donde realmente pone a prueba con éxito sus creaciones es ante el público directo en el teatro, shows y festivales. Actuó en toda Latinoamérica, Estados Unidos y Australia en sus más de 50 años de carrera y hoy se encuentra más vigente que nunca llevando su humor a todo el país. Un artista único, con un humor sin fecha de vencimiento.