Mucho antes de dar sus primeros pasos como actor, coreógrafo, bailarín y director, Aníbal empezó a trabajar con un único objetivo: darle un mejor pasar a su familia. Pintó balcones, limpió oficinas, fue cadete… y esas experiencias a tan temprana edad formaron su disciplina para siempre: “Venía de una familia de clase media acomodada. Mi familia perdió todo y yo tuve la suerte de poder ayudarlos. A los 12 años empecé a trabajar de cadete y estudiaba. Llegaba a casa de noche, hacia los deberes y me levantaba a las 7 de la mañana del día siguiente para ir nuevamente a la escuela. Eran cosas que no se pensaban demasiado, se hacían. Me siento orgulloso de haber trabajado de chico, de haber podido mantener la casa de mis viejos trabajando y de ir superándome de a poco. A mí mis viejos no me obligaron. Yo vi una necesidad y encontré la forma de ayudar, porque de esa manera íbamos a vivir mucho mejor. Eso me formó y me abrió puertas el ser un buen empleado, cumplir, no faltar, hacer más de lo que me pedían. Nunca elegí el camino de los vagos a mí me decían ´Sarmientito´. A mí no me van a explicar lo que es laburar, estudiar, esforzarte, ganarte una beca… ¡Si no tenes un mango? Cómo tener que hacer para conseguir un libro y poder estudiar y trabajar a la vez… Si uno tiene ganas en la vida, la vida se hace resiliente. Es parte de la vida aprender a superarse." Recuerda con orgullo.
Refiriéndose a su actual estado de salud, Aníbal reveló: “Estoy bien de salud. Yo no vivo enfermo, vivo en proceso de sanación. Ahora todo depende de las emociones y de cómo uno enfrenta la vida. En eso soy un gran resiliente y encaré las enfermedades con mucha garra, como encaro todo en la vida. Nunca hago las cosas a medias y eso me mantiene en una energía muy particular y me ayuda muchísimo. Aprendí a tomar las cosas con menos dramatismo y con menos flagelo hacia mí mismo. No pienso en lo malo, siempre pienso en positivo y en todas las oportunidades que puedo, trato de trasmitir mi forma de transitar las enfermedades para ayudar a otros. Ahora a fin de mes voy a entrar en una seguidilla de hacerme todos los análisis de control. Supuestamente hasta el momento no tengo ninguna situación complicada. Ya casi se cumplen 6 años de que me descubrieron el cáncer y es momento de saber en qué estadio está y hacerme los estudios de cerebro y de diabetes, que es lo que más me está costando controlar. La diabetes es lo que más me está preocupando. Es una enfermedad silenciosa muy compleja, acarrea mucha complicación en el físico y me está siendo muy difícil controlarla. Llega un momento que las medicaciones se ponen reacias al organismo y no siento que hagan el efecto que tienen que hacer. El resto de los temas que son muchos más complejos, están más controlados. Yo miro lo positivo y creo que así ayudo a mucha gente a que lo mire positivo pese a cualquier pronóstico o momento doloroso de la vida.”
Pachano nació en Tostado, Santa Fe, el 7 de marzo de 1955. Su madre, provenía de una familia “paqueta” y su padre, odontólogo y político era, según Aníbal, un auténtico dandi: “Mi papá era muy bonito, un dandi, tuvo tres matrimonios y nueve hijos. Mamá era muy creativa y papá muy rígido. Ella descubrió que se me daba bien el dibujo e incentivó a que siguiese desarrollando esa faceta que comenzó siendo dibujante, cuando era niño en Carlos Paz, y me llevó a trabajar como arquitecto desde los 18 hasta los 33 años. Mi papá me marcó la ética y los valores profesionales. Ser una persona honrada y respetada. Fue un gran profesional de la odontología y, luego, un político impecable junto a Arturo Frondizi, el presidente más top que tuvo la política argentina. Papá era tan honesto que perdió todo por la política. Por una investigación de trata de blancas o perdonas, como se dice ahora, tuvimos que huir de provincia.”
La historia familiar lo marcó en sus emociones, todavía más profundo que en sus genes. Es un convencido de que eso determinó el modo en el que se paró, y avanzó, en la vida. A su madre la criticaban, porque ella se había ido del pueblo sin casarse, con un hombre mucho mayor, que ya había tenido dos matrimonios y contaba con varios hijos en su haber. Literalmente, la pareja saltó un tapial de la casa de Santiago del Estero donde vivía ella y se subió al tren sin más destino que darle rienda a su romance. Bajaron en Tostado y allí nacieron Aníbal y sus hermanas. “Era como que para todos nosotros siempre iba a ser así, siempre iba a haber que saltar tapiales para lograr un objetivo. Y siempre iba a salir bien, primero te daba vértigo, pero después sentías que eras un ganador.” Resume el artista.
A los 18 años trabajaba en una empresa ganadera y tenía un amigo que estaba por empezar Arquitectura. Él y otros dos arquitectos lo incentivaron para que estudiara esa carrera. “Cuando llegué a la universidad, ya estaba cerrada la inscripción. Entonces, pedí hablar con el decano. A los 15 minutos estaba sentado con él”, relata. A fuerza de labia, logró que le habilitaran una vacante a contramano del calendario. Después, tuvo que vencer los prejuicios de unas tías que le decían que no podría hacer una carrera así de cara. “Bastó que me dijeran que no iba a poder para que yo diga: ´voy a poder´. Y me recibí con honores. Ahí me di cuenta de que siempre iba a lograr lo que quisiera, por necesidad o por gusto. Era como que siempre tenía que vencer barreras. Como cuando conseguí el trabajo en la empresa ganadera porque me senté con el tipo y le dije: ´No tengo para comer, tengo que bancar a mi familia, dame trabajo, te puedo asegurar que voy a hacerlo bien. ´”
Se recibió con honores, fue docente de la UBA y trabajó en los mejores estudios de arquitectura. Era documentista de obra, le pagaban fortunas porque dibujaba rápido. Dormía muy pocas horas al día, pero a los 21 años ya manejaba a sesenta arquitectos y armaba documentaciones de obra: “En esa época entre al arte por casualidad, por un amigo que me vio estresado y me aconsejó hacer Tap. Ahí conocí a Ana Sans, nos enamoramos, nos fuimos a vivir juntos y generamos los Botton Tap, una compañía de bailarines única en el mundo, donde los roles de las mujeres y los hombres no tenían etiquetas.”
Botton tap fue una propuesta completamente innovadora y le abrió a Aníbal el camino del reconocimiento en la industria teatral: "Botton fue una empresa de baile absolutamente icónica, con un vestuario único y una estética y una forma de bailar completamente distinta. Cualquiera de nosotros era una figura y entender de ese lugar como partimos, hizo que de golpe pasara al frente por lo atractivo que era, por como pensábamos y trabajábamos. Fuimos la primera SRL del mundo del espectáculo y nunca tuvimos problemas, ni un juicio. Teníamos claro el objetivo: quería ser Madonna o querías ser los Beatles. Nosotros éramos los Beatles, un grupo". Señaló.
“Siempre fui un artista independiente. Me auto gestioné. Los artistas tienen que aprender eso. ¿No hay producción?, hay que buscar la forma de producirse uno mismo. No quejarse: ´No puedo trabajar, no me dan posibilidad, la cultura me la sacan…´ A mí la cultura no me la sacó nadie, la cultura y las posibilidades las tengo que buscar solo. Siempre fue así. Nadie te va a regalar nada en esta vida. El problema es que, si durante veinte años te regalan cosas, te prometen plancitos… Todo se confunde. Es el monumento al parasito esto. Esta cultura del no trabajo que se fue generando… ´Bancame, poneme, pagame… ´ es un concepto gato. No querido andá, laburá… y si te tienen que pagar, laburá como la puta madre. Yo siempre me auto gestioné. Me gané mi guita como pude, de la mejor manera. Mantuve la casa de mis viejos, me mantuve yo solo, generé dos profesiones, armé una familia, tuve una hija, tengo amigos de toda la vida, reinventé mi carrera, me reinventé… y me esforcé para lograr cada cosa. Agradezco que en el camino me encontré con gente maravillosa que me ayudó mucho y me siguen ayudando día a día, eso lo agradeceré de por vida. Así como agradezco a mis médicos, analistas, a Fundación Salud y a todas las personas que ayudaron a que yo pueda estar más entero que nunca.”
Con el espectáculo “Así Vuelvo” cerró un capítulo en su vida artística, para seguir con otros desafíos. No se retiró de las tablas, sino como bailarín. Espectáculo con el que ganó 18 premios, tuvo 32 nominaciones, 7 Premios Carlos, 7 Premios Hugo, 3 Premios ACE, el ACE de Oro y hasta trabajó a la gorra. Su programa de arquitectura “Ciudad de Cúpulas” ganó el Martín Fierro y su programa radial “Halo Pachano” también fue reconocido con un Martín Fierro, como mejor programa en Radio Nativa Digital. En su presente tiene volver a la radio, varios proyectos y hasta la propuesta de una plataforma de streaming para realizar la serie de su vida, pero lo que más lo emociona es el cariño y reconocimiento del público día a día: "Los premios y el reconocimiento de los periodistas y mis colegas me emocionan, pero el reconocimiento de la gente es maravilloso. Cuando me paran sabiendo quién soy, me hayan visto o no en teatro, me llena de emoción. Como cuando me gritan ´Pachanito´ gente de distintas generaciones, gente que vive en la calle… Fue lo que busqué toda la vida y lo seguiré buscando hasta el día que me vaya de este mundo."