Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Perez en Cristina Sin Vueltas
No es que Cristina Kirchner cedió a que haya internas presidenciales en el peronismo por primera vez después de 35 años, no es que cedió, es que no pudo evitarlo.
Las presiones contra la candidatura de Daniel Scioli habían sido leoninas: un 40% de votos para entrar en las listas y desde el puesto número 10.
Contra Scioli y contra el presidente que era el principal impulsor de las primarias en el peronismo y que se había atrevido a decir que buscaba la democratización del partido y el fin de los personalismos.
Sí. En otras palabras, Alberto le dijo una y otra vez a Cristina que con ella el partido no tenía democracia. No había posibilidad de que a Cristina Kirchner esto le pareciera una buena idea. Ella que se había bajado tres veces de la candidatura en medio de un operativo clamor que incluyó estudios de televisión y acto en Plaza de Mayo, lo que buscaba era lo de siempre: ordenar el espacio a su voluntad. ¿Cómo alguien se atrevía a desafiarla? Por eso ayer, desde Santa Cruz, replegada en su casa matriz, dejó ver su enojo con los oponentes internos a los que acusó de amenazar con ir al partido judicial.
Toda esta discusión de que si hay paso candidatura única, la responsabilidad es gobernar… menor conflictividad posible, esa es mi idea, pero es mi idea.
Otra cosa de la que la vicepresidenta no se privó es de tomar distancia de un gobierno del que ella es definitivamente la autora intelectual: el gobierno de Alberto Fernandez que es un fracaso al que ella le quiere sacar la firma. Pero Cristina dice que los que fallaron fueron otros, y volvió a apuntarle a Martin Guzman.
Cristina no logró imponer una candidatura única en el peronismo y esto expone su debilidad. Y encima fue vencida en la pulseada por la persona a la que más desprecia: el presidente que ella puso a dedo y ahora le dice que los personalismos están mal. En términos políticos la derrotó un fantasma que hace un año no gobierna ni el gobierno que comparten.
La furia en el comunicado del PJ bonaerense presidido por Máximo Kirchner que hablaba de vanidades y cartel ya anticipaba la impotencia. Hasta Scioli que nunca se le había rebelado, la desafiaba esta vez con su insistencia en ser candidato presidencial. Vaya paradoja hubiera sido que el mismo espacio que llora la proscripción de su líder terminara proscribiendo a otro candidato.
La contradicción aparecía por todos lados. Pero qué quiere decir que Cristina no haya podido, como quería, asegurar un candidato único. Quiere decir algo que pocos se atreven a nombrar. Que aún antes de una elección donde se ponga en juego su hegemonía Cristina perdió la capacidad de imponer su voluntad. Ella no pudo ordenar la interna de su partido. Lo que acaba de pasar, es que Cristina perdió aún antes de perder en las PASO. Es la derrota interna que ella quería evitar. Por eso, ahora puede pasar cualquier cosa.
Primero intentarán evitar a toda costa que Scioli sea candidato en los días que quedan de aquí al 24 del cierre de listas. En el entorno del embajador en Brasil esperan que sigan intentando modificar el reglamento para complicar su participación.
Ahora, si eso es inevitable, Cristina estará obligada a ganar la interna, ya no sólo para mantenerse en el poder nacional, lo que parece dificilísimo, o para conservar la provincia de Buenos Aires, sino para mantener la hegemonía de la facción kirchnerista dentro del peronismo. ¿Las bases votarán a quien ordene Cristina o votarán contra La Cámpora que es lo que ofrece Cristina? ¿Dónde quedará Massa en ese armado? ¿Tendrá que subir a Kicillof al ticket presidencial?
¿Quien iba a decir que justo ahora, cuando está vaciado de poder en su propio gobierno, el presidente le iba a pulsear a la vice por la lapicera? Igual, no es Alberto Fernandez, el que le tuerce el brazo a Cristina, o el que debilita su posición, es el desastre de este gobierno, que es también su gobierno aunque no quiera hacerse cargo.
Reviví el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas.
Dicen que en las dos principales coaliciones el límite es la unidad. ¿Será? ¿Cuando se juega tan fuerte, no se dinamita caminos de retorno?
Esta fue una semana de bombas. El Schiaretti-Gate puso al borde la ruptura a Juntos por el Cambio. Y la advertencia de que Massa podría dejar el ministerio de Economía inició un tembladeral en oficialismo.
Hoy Horacio Rodriguez Larreta no se dio por vencido con la incorporación de Juan Schiaretti e insistió con ampliar.
El lunes es muy probable que sus socios en el radicalismo logren un comunicado del partido que manifieste la voluntad de ampliación. Pero a esta altura sólo parece tratarse de voluntad: de sostener el relato de lo que no puede ser. Bullrich y Macri ya tomaron posición por defender a los candidatos cordobeses y eso implica no aceptar alianzas con su principal competidor. Menos que menos un día antes de las elecciones en esa provincia.
El costo cordobés para Larreta es tan alto que le impide dar marcha atrás. Si Juntos por el Cambio pierde esa elección, ya es el mariscal de la derrota. Pero por todo esto sigue necesitando que lo elijan a él los votantes de Schiaretti. El jefe de gobierno, en síntesis, también lucha por el voto de los cordobeses pero para él. A los de su coalición ya los tendría casi perdidos.
En el gobierno la onda expansiva de las palabras de la massista Cecilia Moreau tiene amplio alcance. La presidenta de la Cámara de Diputados dijo que Sergio Massa podría dejar el Ministerio de Economía porque está harto.
Es la presión final, un día antes del Congreso del Frente Renovador, que se opone a una PASO, y que amenaza con dejar el Frente de Todos. Hoy no se trata sólo de un socio de la coalición sino de quien ejerce como virtual primer ministro. Una salida de Massa depararía un terremoto económico. Aún está fresco el cataclismo por la salida de Martin Guzman. La presión de Massa, tiene un doble objetivo: se produce cuando Cristina Kirchner debe dar su bendición para un candidato, y cuando el presidente no afloja en promover una PASO. Massa les manda un mensaje a los dos: “Soy yo o el caos”. Recordemos que de sus manos penden el acuerdo con el Fondo y la apariencia de timonel en una economía agónica donde no quedan dólares. Juan Grabois ya lo acusó de golpismo económico.
Durante la tarde de ayer la advertencia en el oficialismo había apuntado al presidente: si Daniel Scioli no se baja de su pre candidatura, el kirchnerismo y el massismo dejaron trascender que armarían un nuevo frente llamado Unidad Renovadora dejando afuera al actual embajador en Brasil y obviamente al Presidente. Pero eso significaría romper, y si algo saben tanto Massa como Cristina precisamente porque él rompió en el 2013, y ella sufrió el costo, es que, si se rompe la unidad, la derrota es segura.
En Juntos por el Cambio, pasa algo similar, aunque no idéntico. Ayer Ernesto Sanz, uno de los fundadores de Cambiemos lo puso de esta manera: “el que rompe se cava su propia fosa”. Y aunque todos aseguren que no se romperá la unidad, la desesperación de Horacio por ampliar el espacio parece indicar que hoy no le estaría alcanzando para ganar con los que están. La intención de no innovar en Patricia Bullrich es también signo de su tranquilidad con las cosas como están. Desde los dos lados se acusan de mezquindad electoral. Pero el límite vuelve a ser la unidad. Si el jefe de gobierno siente que no le alcanza ¿podría romper para asegurarse el boleto a la primera vuelta? Esa pregunta aún no tiene respuesta y faltan días febriles hasta el 14 cuando cierran las alianzas y hasta el 24 cuando cierran las listas.
Esta semana la política se quedó como nunca en esa burbuja adrenalínica y brutal de la lucha por el poder. Como si fueran intocables por la lluvia ácida de una realidad inaguantable. Hoy un dirigente político al que le pedimos una entrevista, contestó: Hasta el 24 de Junio no doy notas, es decir el día en que cierran las listas. ¿Será que piensan tomarse vacaciones de la realidad para revolcarse tranquilos en el barro hasta que arreglen las fórmulas? Quizás esa sea la sensación allá arriba. Acá abajo, mientras se ve el espectáculo dantesco, y a dos meses de las PASO, la esperanza cortita de los argentinos, empieza a decidir quién seguirá participando.