Viernes, 08 Marzo 2024 13:31

Las dietas del congreso y el desacople de la política con la gente

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas 

La frenética saga del aumento de las dietas de diputados y la decisión de dar marcha atrás dejaron expuesto un sistema cuya inercia, cuyo hábito, cuyo uso y costumbre había sido una anestesia total y un absoluto desacople de la realidad.

No se trata de demagogia. Es cierto que lo correcto sería que las dietas de los diputados y senadores sean lo suficientemente buenas como para no incentivar la corrupción. Pero el Congreso argentino no existe en una isla. Sino en un país donde millones de argentinos están haciendo el esfuerzo de sanear una economía destruida en gran parte por los desmanejos de la política y desde arriba debe indefectiblemente bajar el ejemplo.

Primera pregunta: ¿Cómo pudo prevalecer el piloto automático en las autoridades de ambas cámaras que son precisamente del partido que vino a pasar la motosierra al gasto político?

Seguramente tanto Martin Menem como Victoria Villarruel deberán revisar lo que pasó en estas horas, para que sea el Presidente quien llame la atención. Pero tampoco son sólo ellos. Prácticamente todos los diputados y senadores recibieron el incremento con total normalidad en una situación extraordinaria por donde se la mire donde jubilados, trabajadores en negro y asalariados se llevan el esfuerzo más duro.

De la única manera que es algo soportable la licuadora es con la motosierra, es decir con un estado que devuelva ejemplaridad ante los sacrificios y corte gastos superfluos. Pero también con políticos que compartan los esfuerzos.

El problema en Argentina es que la política toda venía existiendo en una isla. Cada hallazgo parece darle la razón a Javier Milei sobre la existencia de una casta con privilegios. Pero no sólo eso. Revuelve el estómago ver cómo todos los días aparecen en todos los rincones del estado, personas que cobraban un sueldo sin trabajar, partidas que no se ejecutaban o no iban a donde correspondía, gastos sin rendición y fondos sin control. No los manejaban marcianos. Era plata de argentinos que otros argentinos tomaban como si fuera de su propiedad o no les importara ni lo más mínimo cuidar en nombre de los giles que con su esfuerzo pagan los impuestos. El divorcio entre el palacio y la calle se nota en el dispendio, en la corrupción y en el robo encubierto.

No es anecdótico que el actual presidente haya sorteado cada uno de sus sueldos como diputado. Puede considerarse una idea marketinera, o una buena estrategia, pero la gente lo recibió como un mensaje de fuerte carga simbólica y desprendimiento en medio de la permanente sensación de estafa que devuelve la política argentina.

Cristina Kirchner, por ejemplo, ¿no debería renunciar voluntariamente a una de sus jubilaciones de privilegio? ¿Es necesario que la Corte Suprema se expida? ¿Puede ser que no sienta la obligación de explicar cómo hicieron su fortuna y que nadie se lo pregunte? ¿No es todo eso indicio de una estructura de complicidad? A la luz de los recientes hallazgos se entiende mucho más por qué la militancia le bancaba a Cristina los escándalos de corrupción. Como decían ellos mismos, habían democratizado la corrupción. El estado kirchnerista era un verdadero sistema de reparto. Se repartían la nuestra.

No es difícil entender por qué estamos como estamos si el estado es un botín y no la organización administrativa de una sociedad que delega las tareas colectivas en sus representantes. Todo este entramado de ineficiencia, corrupción e insensibilidad es una explicación más que clara de por qué está dañado el sistema de representación. Porque en vez de representantes, muchos, eran más bien vampiros.

Hoy no sabemos si con la montaña de problemas existentes Javier Milei logrará sacar al país adelante. O si su plan será exitoso. Sí sabemos que cuenta aún con el respaldo de todos los que lo votaron, según las encuestas. Mientras tanto, estamos observando sin respirar, el índice de precios, a ver si se cumple esta vez que baja la inflación de a poco mientras sigue a niveles que serían insoportables en cualquier país. La sensación es de enorme fragilidad. Y es en este contexto que se produce hoy la reunión de los gobernadores con los representantes del Poder Ejecutivo.

En estas horas se confirmó que asistirán todos los gobernadores -incluso los kirchneristas que habían amenazado con no ir, incluso el propio Axel Kicillof-. A Milei no le puede ir bien sin las provincias y a los gobernadores no les puede ir bien sin la Nación. Ahora, probablemente es la última oportunidad para encarrilar con algo de sensatez el tránsito de la crisis. No se trata de romantizar el consenso como hacen ciertas almas bellas sino de hablar con madurez sobre problemas durísimos en los que nadie se puede cortar solo. Y los argentinos nos merecemos que no actúen como irresponsables.

El presidente afirma que intentó negociar de buena fe pero que luego lo traicionaron. También dijo que su trabajo es hablar con todos. Y ahí es donde empieza a dar señales de una metamorfosis imprescindible. Porque aunque quiera seguir siendo un outsider, Javier Milei debe ser el presidente de todos. Para dialogar con los gobernadores y para contemplar en toda su diversidad la sociedad que gobierna.

Hoy, en las puertas de la reunión con los gobernadores, Pablo Moyano anunció que habrá un segundo paro general de la CGT contra Milei que podría ser a fines de marzo o abril. Nunca lució tan descolocado el gremialismo. Deberían ser ellos mismos los que propongan cambios en las leyes para que haya mas trabajadores registrados. Por momentos pareciera que solo les importan los pocos que pagaban ganancias. Saben que entre las medidas que se discutirán con los gobernadores está una reforma laboral y el anuncio vuelve a sonar como una extorsión. Como el paro pasado, probablemente el que viene los volverá a encontrar con sus propios limites y con el boomerang del desprestigio.

La sensación en esta Argentina, es que prendieron la luz y quedaron todos in fraganti. La verdad hay muy poco espacio para las máscaras cuando se cayeron todas las caretas. Es el tiempo duro y amargo de gestionar la realidad. La política requiere de más grandeza que nunca. Grandeza y decencia. Se verá quien la tiene, y quien no.