Lunes, 08 Abril 2024 13:31

"La extorsión de Moyano"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas. 

“El lunes no se va a mover una hoja en todo el país”, amenazó Pablo Moyano. Hoy es lunes y sería imposible contar todas las hojas que se desprendieron de los árboles como en cada otoño. Pero, así como la desmesurada advertencia de que no se movería ni una hoja hubiera sido imposible de realizarse aun existiendo un paro de camioneros, el exceso que representa es un símbolo.

Los Moyano son un símbolo de la casta más rancia de la Argentina: el sindicalismo. Difícil encontrar un pope gremial que no lleve casi 40 años en su sillón. Y que no sea millonario.

Pero es un tiempo de límites, incluso para ciertas afrentas mafiosas que siempre parecieron intocables.

Qué pide de mala manera y fiel a su estilo el hijo de Hugo Moyano a quien le dicen “el salvaje”. Pide la homologación de un aumento que el gobierno rechazó de antemano. Piden 25% en febrero cuando la inflación fue de 13% y 20% en Marzo, cuando la inflación será de 10%, justifican en el gobierno para argumentar su negativa.

Y agregan que no todas las cámaras del sector están de acuerdo con esos acuerdos porque además del aumento exigen pagos adicionales y una suma extraordinaria de 10 mil pesos por trabajador sólo para el sindicato.

No es novedad que el gobierno intenta mantener a raya las subas de salarios para que no alimenten la inflación, pero sí es novedad que al menos cuatro cámaras provinciales hayan decidido impugnar el convenio y mucho más novedoso resulta que haya sindicalistas del sector que no estén de acuerdo con la medida de fuerza. El principal opositor interno a los Moyano, Sergio Aladio, jefe del Sindicato en Santa Fe donde representa a 24 mil trabajadores anticipó que no se sumará a la huelga.

Al final la definición de un paro se estiró hasta el jueves, y haber tenido que recular es todo un revés para Moyano y también es un síntoma de cambio de época.

Pablo Moyano asiduo miembro del Club del Helicóptero, era de esos que esperaban con pochoclo que el gobierno cayera en Marzo, como decía Pepe Albistur desde una reposera en la playa.

No contento con el efecto boomerang de la huelga más rápida de la historia de la democracia contra un nuevo gobierno ahora iba por lo que es una costumbre o un modus operandi: conseguir aumentos a las patadas que ningún otro sindicato puede conseguir.

Los sindicatos tienen una inconfesable atracción con los períodos de inflación porque renuevan su influencia y su poder en cada paritaria. En particular los Moyano han hecho exhibición y despliegue de ser intocables en numerosas oportunidades. Los bloqueos mafiosos a empresas y el intento de suspender las elecciones en Independiente son sólo ejemplos.

El gobierno de Milei ya anticipó que no homologará los convenios, que declararán la huelga ilegal y que puede haber sanciones al gremio.

Y este conflicto que abre una semana donde los temas laborales volverán a ser protagonistas es sólo una arista de un problema mucho más grande. Hasta Cristina Kirchner reconoció que es necesaria una reforma laboral en su última carta. Y prácticamente no hay sector de la política, incluso sindicalistas, que no esté dispuesto a una mínima modernización.

Casi la mitad de los trabajadores, unos 7 millones, se alistan en el mercado negro por culpa de la falta de condiciones que simplifiquen su contratación y por una legislación vetusta que sólo beneficia a los sindicalistas ricos a costa de trabajadores pobres.

Sólo basta repasar la recomposición salarial en función de la inflación entre sectores formales e informales. Mientras los trabajadores registrados recuperaron un promedio de 200% los informales apenas el 124% que encima es la mitad de la inflación interanual total. Esto es lo que defienden a costa de mantener sus privilegios y el gran negocio de la industria del juicio.

Gran parte del desaguisado por Ganancias tuvo también de protagonista a Moyano que el día de la sanción de la eliminación del impuesto apareció en un palco del Congreso, haciendo el gesto de Fuck You. Ahora, los mismos gobernadores que no dijeron ni mu a Massa cuando bajó ese impuesto coparticipable, esperan que el gobierno lo reinstituya, eso sí, con techo más alto para que algunos trabajadores no caigan directamente en la pobreza por pagarlo. Fue todo tan desprolijo, que encima deberán resolver cómo evitar que la cuenta por los meses de diferencia caiga retroactiva a los bolsillos castigados por el ajuste.

Los Moyano no extorsionan a Milei, extorsionan principalmente a los trabajadores cada vez que se oponen a cambios imprescindibles para que se genere más puestos de empleo.

No dijeron nada en los últimos cuatro años sobre la nueva categoría laboral inaugurada por el gobierno de Alberto Fernández: trabajadores que a pesar de tener trabajo son pobres. Recién se acordaron cuando ganó Javier Milei y después de la larga siesta corrieron a hacer un paro.

Ahora, buscan lo mismo de siempre: sostener sus privilegios por la fuerza cuando lo que más necesita el país es que todos trabajen. La medida de fuerza con la que amenazan coincide con el momento en que se activa la actividad del campo por la cosecha. Hacer ese daño, en momentos de recesión es francamente intolerable.