Martes, 09 Abril 2024 13:25

"Aunque se vista de seda Lijo queda"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas. 

Cualquiera podría ver similitudes entre Milei y el kirchnerismo por la pelea que lo enfrenta a la Corte.

A esta altura parece utópico esperar que no haya tensión entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial en Argentina. Hasta el gobierno de Juntos por el Cambio que levantaba la bandera de la independencia de poderes madrugó con un fallo por coparticipación que puso sus cuentas en problemas apenas iniciada la administración de Macri y por parte de los mismos jueces que había nombrado para el máximo tribunal. Y sí, la mayor prueba sobre la defensa de una justicia independiente es bancarse las decisiones desfavorables. Así funciona.

Cristina intentó en forma denodada voltear la Corte como parte de una batalla más ambiciosa que pretendía directamente la colonización del poder judicial por un lado y el cambio del sistema, convirtiendo a ese poder, el más estable y conservador, en un subalterno de la política. Ella la llamaba “la democratización de la justicia” pero era más bien, una cruzada bolivariana en la que la verdadera víctima era el propio sistema republicano. Cristina necesitaba zafar de la Republica para tener impunidad.

En el caso de Milei, se puede emparentar sus embates con dos fenómenos. Construir una mayoría que sea más permeable a sus reformas y equilibrar la orientación ideológica al estilo Trump en los EEUU. Milei no se plantea voltear la Corte ni cambiar el sistema republicano, pero juega al límite. En la búsqueda de una mayoría más favorable es casi obvia la influencia del Procurador Rodolfo Barra y en ese sentido sólo basta refrescar la memoria sobre la obsesión con la mayoría de la Corte que tenía el menemismo. Aunque no es eso lo que se destaca en el caso del gobierno libertario sino el costo político que está dispuesto a asumir con la designación de un juez impresentable como Ariel Lijo, para lograr esos fines. El pragmatismo puede costar mucho prestigio. Algunos se empeñaron en leer un pacto con Cristina Kirchner en esta movida. Pero serían más las cuestiones prácticas las que guiaron al Presidente hacia ese nombre. Los vasos conectores de Lijo con amplios sectores de la casta, lo hacen capaz de lo que ningún otro jurista podría lograr por sí solo: que lo voten radicales y peronistas. De hecho, todo puede terminar en que Milei ni siquiera necesite de Cristina para imponerlo y esa prescindencia de la señora es la que terminaría rompiendo su control momentáneo en el Senado. A Cristina no le termina de generar confianza Lijo. Al final, es el que proceso a Boudou.

Quizás la suerte de la mala relación de Milei con el doctor Rosatti se gestó el día en que el presidente de la Corte le cerró el camino a la dolarización por anticipado, obligando al libertario a relativizar una de sus principales banderas económicas.

Podría decirse incluso que la competencia de monedas que derivaría en una suerte de elección libre por el dólar, mientras convive con el peso, según espera el gobierno, es hija de aquella imposibilidad. Pero no fue esa la cuestión determinante para la presente discordia. De hecho, apenas comenzado el gobierno libertario, en el cuarto piso del Palacio de Tribunales se regocijaban en las diferencias de trato entre el kirchnerismo que los asediaba y los buenos modos de la nueva administración. Pronto sin embargo llegarían los nubarrones.

Javier Milei había confiado inicialmente que la Corte iba a dar el visto bueno a su decreto de necesidad y urgencia. El máximo Tribunal, experto en sutilezas, había dejado trascender que no tenía intención de suplantar a la política y que era la política la que debía resolver. Que mientras tanto, el decreto estaba en vigencia y que no pensaban tratarlo. Un Poder Ejecutivo tradicional hubiera leído en esto un velado apoyo, pero no Milei, para quien este gris fue un territorio insoportable, especialmente luego del rechazo inédito del Senado a su DNU que debe sortear ahora dos peligros existenciales: un rechazo en Diputados que le daría un golpe fatal y una invalidación de la Corte. La equidistancia del tribunal no es ecuanimidad para Milei sino ser poco amigables.

Es la primera vez que Milei admite esta tensión en público. La mención de tres jueces salva uno. Por descarte confirmaría que se lleva mejor con Ricardo Lorenzetti.

El debate por la constitucionalidad del decreto tiene otra arista interesante. El senador Martin Lousteau es uno de los que insiste en que el decreto va contra la Carta Magna pero para cuestionarlo se refiere a la vastedad y no al fondo de la norma con la que paradójicamente parece estar de acuerdo en numerosas cuestiones. También invalida las facultades especiales para el presidente. Hay quienes sostienen que en las cuestiones de fondo no hay ninguna que vaya contra la Constitución y que es al Presidente a quien le corresponde ameritar la necesidad y la urgencia. Por esto último el gobierno se ilusionó desde un principio con un visto bueno de la Corte. Hoy ven como total mezquindad que el mismo tribunal que no dijo nada sobre los decretos de la pandemia que arrasaban con garantías individuales, no apruebe este decreto.

Se podría decir entonces que Ariel Lijo es el atajo para construir una mayoría más favorable mientras que el prestigioso Manuel García Mansilla es el juez con el que Milei busca dejar un sello ideológico en el tribunal, especialmente por su posición contraria al aborto. Ante el contraste entre ambos juristas la pregunta inmediata es por qué Milei no buscó un juez probo en vez de Lijo. Y las respuestas tienen que ver con una carencia: la carencia de votos en el Senado que Lijo parece autogestionarse hábilmente. Más de uno podría sorprenderse si ve a Lousteau y al formoseño José Mayans votando al mismo tiempo a favor del controvertido juez. Y si un sector del peronismo, hoy sin liderazgo, se desmarca luego y también le vota al presidente su ley Bases. Entre Lijo y la influencia de los gobernadores Milei buscaría derribar el muro en el que se ha convertido el Senado por la mayoría peronista. Lo más paradójico es que en vez de un pacto con Cristina esto podría incluso terminar debilitándola. Pero ni siquiera el éxito en el trámite de los pliegos del polémico juez haría que sea más tragable el sapo que implica su designación.

El único suavizante será que la economía de buenas noticias, y haga más laxa la vara ética hacia la administración. Lijo aunque se vista de seda, Lijo queda.