Argentina es una fiesta con la llegada de la selección que trae la Copa del Mundo pero el evento ya se ha convertido en un desafío sin precedentes para la seguridad y en una encrucijada política para un gobierno en decadencia.
El país no tiene registro de una expresión de amor popular como la que celebra al plantel de fútbol con multitudes en las calles. Los dos millones de personas que festejaron el domingo en el Obelisco se quedan cortos para lo que se vivió en todos los rincones del país y para lo que se vive hoy. La recepción a los jugadores desde que tocaron suelo argentino incluye padres con sus hijos que viajaron de cientos de kilómetros, esperas por horas y horas y vigilias nocturnas de familias enteras. No hay en democracia ni antes un fervor popular de esta masividad. La explosión de felicidad por el fútbol aparece como la otra cara de demasiados padecimientos. Pero preocupa el operativo de seguridad y si será eficiente para evitar una tragedia. Temprano un intruso que logró increíblemente subirse al obelisco dejó expuesta la fragilidad.
A las 2.24 de la madrugada el vuelo AR1915 que traía a la selección tocó suelo nacional luego de hacer un sorpresivo vuelo rasante por el Obelisco. A las 2.56, apareció Lionel Messi con la copa entre sus brazos, y fue el primero en bajar junto al otro Lionel, Scaloni. Los dos líderes del equipo que convirtió en realidad un sueño deportivo que demoró 36 años protagonizaban el primer acto de una noche inolvidable. No imaginaban lo que se venía ni aún habiéndolo soñado.
Al bajar del avión, eso sí, ni ellos ni el plantel saludaron directamente al ministro del Interior Wado de Pedro ni a otros funcionarios. Esa presencia generó un inocultable malestar en el ídolo del fútbol. Si el ministro esperaba una foto oportunista ya tuvieron un sobrio adelanto del ánimo de los deportistas, de no aparecer cerca del gobierno para provecho político. Estas pseudo emboscadas buscando foto política con los ídolos son de cuarta.
Por eso están desesperados. Si la selección no aceptara ir a la Casa Rosada sería quedarse fuori de la copa para el gobierno, que no disimula la conmoción ni con un feriado nacional innecesario. Elogian en el decreto que los jugadores a lo largo de la competencia “no bajaron los brazos”, pero lo primero que hacen es ordenar que la gente no trabaje. Una decisión centrista que obliga a las provincias a parar en pleno diciembre por acontecimientos que ocurren en Buenos Aires y con el daño que eso implica para la actividad y el derecho a trabajar en un mes donde miles buscan recuperar un poco de lo perdido. En esto también están desconectados del pueblo.
Pero pocos impactos más fulminantes que la distancia que toma la selección de este gobierno. Hasta última hora intentan negociar aunque sea un saludo en medio de la reticencia del equipo que ya se expresó con un tuit de la cuenta oficial de la selección donde informaban en medio de la expectativa oficial de que fueran a la Rosada, que “el plantel campeón del mundo partirá el martes al mediodía hacia el Obelisco para festejar el título mundial con los hinchas”. El Obelisco es el escenario del festejo futbolero y Casa Rosada o la Plaza de Mayo son el escenario político. A pesar de que les habían dado garantías de que ninguna figura política asomaría al balcón como lo hizo en su momento el presidente Raúl Alfonsin el plantel hace demorar la decisión hasta el final.
El Gobierno quedó atrapado a tal punto en su lógica facciosa que el propio presidente decidió no asistir a la final del Mundial en Qatar, dejando expuesta una crisis de representatividad que él mismo supo construir.
Para entender el terremoto que significa esto en un gobierno populista sólo basta mencionar que es el sueño de cualquier administración, no importa el signo político, que se obtengan logros deportivos durante su gestión. Pero ganar la Copa Mundial de fútbol es lo máximo en el sentir un pueblo como el argentino. Quedarse fuera de la foto es un desastre para quienes se arrogan la representación de ese pueblo.
En estas horas, se han ensayado distintas hipótesis para la decisión del plantel que ya tiene un antecedente en el regreso desde Brasil cuando fueron subcampeones. Lionel Messi no quiso la foto política entonces cuando la presidenta era Cristina Kirchner. Una de las versiones que corrió en estas horas refiere sin embargo, la supuesta enemistad entre Chiqui Tapia, titular de la AFA con el actual presidente quien habría intentado desplazarlo de su lugar al comienzo de su gestión. Y otra le adjudica a Máximo Kirchner, por su buena relación con Tapia, el poder de bloqueo para que Alberto Fernandez se quede sin la selección en la Rosada. Pero la frialdad del plantel ante la bienvenida de Wado de Pedro, no muestra mejor disposición con el kirchnerismo más duro por parte de los jugadores.
Pocas cosas expresaron más la bronca y el resentimiento que esto genera en el kirchnerismo que el comentario realizado en la Televisión Pública donde increíblemente se llamó desclasados a los jugadores por no ir a la Casa Rosada.
Los jugadores no son despolitizados. Y mucho menos desclasados. Esa categoría ideológica que reniega de la movilidad social estigmatizándola. El problema que tiene el gobierno es que los jugadores no son kirchneristas, ni quieren dejarse usar. Pero para el fanatismo militante esto los convierte directamente en enemigos y en desclasados.
Es tan injusto este comentario que sólo basta repasar las palabras de varios de los jugadores, apenas obtuvieron el triunfo, al recordar sus orígenes humildes y las adversidades que debieron enfrentar para sostener los entrenamientos en medio de enormes sacrificios de sus padres. El ahora heroico arquero Emiliano Dibu Martinez es un sólo ejemplo de eso al romper en llanto y dedicarle el triunfo a la gente del lugar que lo vio nacer.
El problema que tiene el gobierno, es que los valores que la selección expresa los deja insoportablemente incómodos. Los muchachos representan el mérito, no el pobrismo. Representan el esfuerzo, no el asistencialismo. Representan el progreso, no el conformismo. Representan el contacto con el mundo, no el aislamiento. Con qué cara pueden intentar pegarse a la devoción popular que genera esta selección luego de pasarse la gestión despotricando contra el mérito.
Y no es todo. Sólo basta recordar que hasta los premios económicos por el triunfo en el mundial de Qatar les esquilmarán al reconocerles sólo el falaz dólar oficial de 170 pesos. Con lo cual si un jugador gana por ejemplo un millón de dólares recibirá un poco más de 500 mil y en pesos de manera que si quiere enviarlo a una cuenta en el exterior tendrá que recomprarlo a más de 300 pesos por dólar con una operación financiera y ni siquiera recuperará esos 500 mil dólares. Pero esto está lejos de importarle a estos futbolistas. Como dijo el DT Lionel Scaloni, no jugaron esta copa por dinero, la jugaron por el honor.
Sin dudas, estos son códigos muy difíciles de entender para los adictos a las cajas del estado.
En definitiva, un gobierno faccioso que hace tiempo y en muchas otras cosas perdió totalmente la conexión con la realidad y con un pueblo al que han empobrecido, ahora queda nuevamente en evidencia.
Se podría terminar esta columna diciendo que el rey está desnudo, pero no sería del todo correcto. Acá lo que pasa es más simple: el rey es otro, y juega a la pelota. Vaya pa’ llá señor.