Lunes, 10 Octubre 2022 10:24

"Un gobierno en descomposición de todos contra todos que se vuelve contra la sociedad"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina sin vueltas. 



Es un gobierno que no va a ningún lado. Más bien vuela en círculos como los buitres. Lo que pasa es que sus presas son ellos mismos. Decían que el abismo por la crisis y luego el ataque a la vicepresidenta habían unificado al oficialismo. Fueron curitas para remendar lo que ya está roto. Cualquiera sabe que al peronismo sólo lo une el poder o la cercanía al poder. Y el poder no está en ningún lado en un gobierno loteado. El oficialismo percibe la debacle en el año electoral y ni el látigo de Cristina tiene el poder de antes en medio de tanta malaria.

Es un gobierno en descomposición, fallido y desertor. En descomposición porque de los primeros 21 ministros sólo quedan cinco y ninguna reestructuración del gabinete fue por planificación. Todas fueron emergencias o pujas de poder. Los tres ministros salientes en estas horas de reflujo de la crisis política que nunca se fue, son ministros de Alberto Fernandez. Expresan de alguna manera, la retracción presidencial tras el ingreso de Massa y las continuas guerrillas de La Cámpora. Todo indica que Fernandez escudado por los movimientos sociales resistiría con su menguada influencia en Desarrollo Social. Ahí los incrementos al plan Potenciar Trabajo son la envidia de cualquier paritaria, el 160% anual. Y después dicen que quieren bajar la inflación. Caraduras. ¿Lo dejará La Cámpora mantener el sillón de la ayuda social al presidente mientras le devuelven Hurlingham a Jun Zabaleta, varios contratos después?

Es un gobierno fallido y desertor porque no logró nada de lo que se propuso originalmente, y sus tardíos acuerdos con el Fondo Monetario ya son en la agonía de una economía llevada a su límite y que ha perdido toda confianza. De afuera y de adentro. Porque la inflación revela además de los desmanejos, la total falta de confianza en la economía de cara al presente y al próximo año, y el acto reflejo de la gente de protegerse de un gobierno que da la sensación de ser el villano de todos los días para su sociedad.

A los problemas que no sólo no soluciona sino que multiplica se le suman situaciones salvajes como la represión en La Plata. El gobierno vuelto contra la sociedad. Los más pobres están abandonados a su suerte, castigados por la inflación y la inseguridad. Y los sectores medios no hay día que no amanezcan temiendo qué otro castigo les vendrá encima. El dólar Catar será una reversión del fin de las cuotas para viajar. Todas las puertas se cierran. El kirchnerismo es como las plagas de Egipto para la clase media.

La repartija en los ministerios vuelve a ser una puja en el loteo de poder que ha sido desde un principio el Frente de Todos. El gobierno es una interna. No hay un organigrama para que un plan funcione porque nunca hubo plan. Lo que está en juego ahora es la retirada y la pelea descarnada por mantener el poder. Hacerse de la mejor plataforma posible para las elecciones que vienen sabiendo que hay que rascar la olla.

El presidente resiste la eliminación de las Paso y lo ayuda la difícil circunstancia numérica en el Congreso. Pero todo tiene que ver con el posicionamiento para el año electoral. También los reclamos que se recalientan al ministerio de Economía para que afloje la billetera. Para el kirchnerismo duro el reordenamiento de la economía no tiene que ver con un giro en las políticas sino con una pausa para recaudar dólares y luego gastarse lo más posible en repartirlos para sumar poder. Populismo sin disimulo que obviamente va en contra de los resultados módicos a mediano plazo que se propuso Massa pero sobre todo porque lo que se juntó ahora no entrará el año que viene que trae sequía y más penurias.

Pero eso no hace recapacitar a nadie. Por el contrario, los vuelve más ávidos por disputar lo que quede sin reconocer la bancarrota. El kirchnerismo más duro empieza a presionar sin miramientos contra las medidas de emergencia que le devolvieron algo de estabilidad. Como el que aguanta sólo los primeros tramos de la dieta y pone todo en peligro abalanzándose sin control a las harinas. Ese el ejemplo más benévolo sobre un gobierno adicto a las cajas que toma al estado como si fuera su propiedad.

En el futuro inmediato, acecha la conflictividad enervada por la inflación con paritarias demandantes y la calle en modo diciembre adelantado. El aire estaba combustible pero ellos le echan nafta. En este clima, la continuidad del plan de Massa depende de Cristina que siempre intenta aparecer como si no tuviera nada que ver las desgracias que ocurren. La última vez que ella y La Cámpora tensionaron a Economía generaron la tormenta perfecta con la salida de Guzmán. ¿Se animará a lo mismo con Massa? ¿Se acuerdan cuando era la bala de plata?

En la calle, por más que Cristina se haga la distraída saben que este gobierno es de ella.

A una semana del 17 de octubre, más que todos unidos, vemos a todos contra todos, y nosotros, los ciudadanos en el medio. Después se sorprenden porque en las encuestas un pavoroso 75% de la gente cree que estará peor el año que viene. No le resultará fácil a nadie vender esperanza sin realismo. Y ya vemos cómo el poder, es lo menos realista que hay cuando se reduce a pelearse por las últimas monedas de un país fundido. Fundido por ellos mismos.