Miércoles, 30 Noviembre 2022 10:46

"Señora vicepresidenta, no banalice a los que realmente murieron ante un pelotón de fusilamiento"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina sin vueltas.

La vicepresidenta banalizó a todos los que de verdad fueron víctimas de un tribunal de fusilamiento en la historia. Se comparó falsamente con quienes no tuvieron como tiene ella el derecho al debido proceso. Paradójicamente lo hizo mientras ejercía su derecho a las últimas palabras como dispone el artículo 393 del Código Penal. Eso mismo confirma su falacia. En los pelotones de fusilamiento las balas callan las palabras. Para magnificar su victimización e incluso ligarla con el atentado fallido en su contra, Cristina no tuvo reparos en compararse con tantas víctimas a lo largo de la noche de los tiempos que no conocieron atisbo de justicia, ni tuvieron ley. Los desaparecidos de la dictadura, los muertos del franquismo, los civiles ucranianos arrasados por el carnicero Putin, los incontables daños colaterales de la guerra de Irak. En su desmesura, Cristina, que acaba de sufrir un atentado, termina banalizando el propio ataque en su contra al utilizarlo políticamente. Encima lo hace con mendacidad. Establecer una conexión de la copito Brenda Uliarte con el fiscal Diego Luciani porque ésta lo sigue en Facebook es tan forzado como ridículo. Pero encima la cuenta del fiscal que la vicepresidenta menciona es falsa. No. No es gracioso.

Cristina Fernandez se defendió con una fake news. En pos de defender su impunidad, Cristina Fernandez, dos veces elegida presidenta, actual vicepresidenta de la Nación, líder más influyente de su propio espacio y mujer fundamental desde el regreso de la democracia, ofende a la democracia, negando lo evidente: que ella tiene derecho a un juicio justo. Y ofende a la democracia desde antes, porque en pos de zafar de sus responsabilidades, Cristina que puede tener un juicio a derecho, no quiere un juicio. Quiere sobreseimiento sin juicio y sin probar inocencia. Como si a ella no debiera alcanzarla directamente la ley. Y aquí hay otro punto fundamental de su defensa política y no judicial en la Causa Vialidad. Cristina cree que la política no es judiciable. Que las decisiones de los gobiernos no están alcanzadas por el Código Penal. Su esfuerzo de envolver las operatorias que enriquecieron a Lázaro Baez hasta convertirlo en un mega estanciero en hechos de un gobierno, que votó el Congreso y que autorizaron sus jefes de Gabinete, es encima usar la política como escudo de impunidad, frente a corruptelas propias de ladrones. Definitivamente, eso, no es la política, sino su perversión. Por qué Cristina no puede responder sobre los millones y millones y millones que hicieron crecer más de 12 mil por ciento el patrimonio de un ignoto monotributista bancario de la Patagonia, es quizás la pista detrás de sus intentos grandilocuentes de aplicar la máxima confusión.

No hay argentino que entienda cómo hizo la plata Baez. Y Cristina, tan elocuente, no lo puede explicar. Ahí, se queda sin palabras. Lo que en el fondo trastoca la idea del poder que tiene Cristina Kirchner y la matriz Kirchner de Santa Cruz, es que haya una justicia independiente que pueda juzgar al poder político. Que no le tenga miedo. Cristina aborrece la división de poderes republicana. Esa matriz de Santa Cruz que quisieron instalar desde el primer día, replicándola a nivel nacional, cuando llegaron a la presidencia. Y no sólo la matriz judicial de jueces domesticados. También la del entramado de poder económico. Austral Construcciones, de hecho, se creó un poco antes de que asumiera Néstor Kirchner. Lo precedió. Precedió al presidente. Negocios primero. Curiosidades, también de ese devenir grande y que tanto le gusta a la señora: la Historia. La vicepresidenta no puede concebir que hoy el poder no le sirva para no estar en el banquillo. No puede concebir que el poder no le sirva para zafar del código penal. NO puede concebir que el poder no sea impunidad. No puede concebir que estando en el poder, un fiscal de bajo perfil que no tiene ni cuenta de Facebook, haya trabajado a destajo y a pesar de presiones y amenazas en la estructura de pruebas que, según él, no deja dudas de que ella es la jefa. La jefa de una asociación ilícita para robarle al estado. ¿Cómo se atreve el fiscal? ¿Cómo se atreve a hacer su trabajo? ¿Cómo se atreve a investigar a quien detenta el poder? Pero ninguna furia ni ningún enojo deberían cruzar la frontera que cruzó la vicepresidenta ayer. En Argentina hay gente real que en forma invisible muere fusilada por delincuentes todos los días. Y la historia está poblada de fusilamientos políticos reales, de fosas comunes, desaparecidos, y nn que gritan desde el silencio descomunal del ocultamiento para que sus crímenes encuentren la justicia.

La vicepresidenta en cambio, es afortunada. Puede responder a derecho ante un tribunal y apelar todas las instancias hasta un fallo firme. En Argentina encima, las causas por corrupción demoran un promedio de 14 años pero pueden alcanzar más de 20 de paseo procesal incluso hasta fenecer. Así de fallida ha sido la persecución del robo político. Pero nada de esto, es, ni se parece a un pelotón de fusilamiento. Ya que la vicepresidenta habló de Freud, adjudicándole una invención fallida, la del subconsciente, podría ella misma revisar el inconveniente desborde de su ego, cuando se compara con víctimas de los fusiles. Es una falta de respeto a los que sí fusilaron sin derecho, sin justicia, sin tribunal, sin últimas ni primeras palabras. Como dice el poeta Antonio Machado sobre Federico Garcia Lorca. “Mataron a Federico/ cuando la luz asomaba./ El pelotón de verdugos/ no osó mirarle la cara.” Señora vicepresidenta, no banalice a los que realmente murieron ante un pelotón de fusilamiento.