Entre un sistema que quiere que nada cambie y lo nuevo que no termina de tomar forma
Las dos caras del gobierno: el viernes por la noche el ministro de economía Luis Caputo informó que en enero se había alcanzado superávit financiero en el sector público. La palabra superávit está borrada desde hace años. La inflación parece empezar a ceder, los dólares financieros bajan, los bonos suben, y el riesgo país está en su nivel más bajo de las dos últimas décadas.
Pero la pobreza tocó sus niveles más altos en las dos últimas décadas, alcanzando el 57% según el Observatorio Social de la UCA, y la suba de precios de estos dos meses, aunque sea herencia del gobierno anterior, amenaza con elevar aún más esos índices del drama social. Se suma un salario mínimo que incluso con aumento no llega ni a la mitad de la canasta básica y jubilaciones paupérrimas. La mínima que cobra el 65 por ciento de los jubilados está en 105 mil pesos o una sexta parte de la canasta básica total que difundió el Indec que es de casi 600 mil pesos. Números que asustan.
Y aquí viene el gran dilema: ¿Hay manera de sanear la economía sin consecuencias para los sectores ya por demás afectados?
Yendo a la explicación más reduccionista: para dejar de ser pobres hay que procurar que el país produzca más riqueza. Para el modelo kirhcnerista esto era un problema de distribución, pero en los hechos el país no crecía desde hace doce años. La distribución hace tiempo que no redundaba en salida de la pobreza. En rigor lo único que crecía era el estado sin que esto redunde en posibilidades de progreso. Encima como venimos viendo, si se revisa el gasto del estado, es directamente un escándalo por no hablar de la corrupción y del estado convertido en un sistema para asegurarla.
Por sólo dar un ejemplo: el dinero que se va en los fondos fiduciarios, que son cajas políticas sin control, equivale a casi el doble del costo fiscal de bajar el impuesto a las ganancias. Insisto: son el doble de lo que el estado dejó de recaudar por el impuesto a las ganancias. Y la mitad de su recaudación iba a las provincias que no se quejaron con Massa pero se quejan ahora.
Qué dice el gobierno: que no negocia la baja del déficit para lograr abrir el cepo y luego normalizar la economía para que eso redunde en reactivación. El presidente considera que la economía argentina está paralizada y que eso encenderá los motores.
Qué dicen en la oposición: que la situación social se agrava, que la gobernabilidad es frágil porque el Presidente Milei no está dispuesto a negociar y que la paciencia será más corta de lo que la Nación necesita.
Ahora veamos qué camino tomó el gobierno: piensa utilizar todos los instrumentos dentro de la ley para seguir con sus reformas: el ejemplo de la reforma laboral es uno. Están convencidos de que las reformas acelerarán la capacidad de crecer al desarmar la costosa burocracia.
Veamos qué hace la oposición que se divide en dura y dialoguista. Entre los duros aún sobresale el liderazgo de Cristina Kirchner, pero también aparecen la izquierda y la CGT que ya anticipa otro paro, que será el segundo en tres meses de gobierno. Entre los dialoguistas, hay un sector de lo que era Juntos por el Cambio más cercano al gobierno especialmente el Pro, y un sector radical y de la Coalición cívica que quedó en un centro muy incómodo.
Aquí es muy paradójico el mensaje de Cristina Kirchner: ella anticipa que Milei puede caer por el ajuste y que Macri puede hacerle un golpe. Las dos cosas a la vez. Al mismo tiempo le ofrece negociar reformas a las que ella siempre se negó. ¿Por qué le ofrece negociar a un gobierno que según ella está por caer? ¿O en realidad lo que se esconde detrás de las conspiraciones es que el gobierno los elija como socios? ¿O te alias con nosotros o te caes, sería el mensaje?
Milei dice que Cristina no quiere que se unan los que tienen afinidad. Se refiere a Macri, a Bullrich y a todos los que se sumen al cambio profundo que propone para el país. Aunque quiera ver como un triunfo el fracaso de la Ley Ómnibus el presidente sabe que el fallido trámite le mostró un límite: necesita un congreso que le responda y eso depende de lograr más bancas. Por eso es que buscará armar un nuevo espacio. De poco le servirían bancas de otro o no capitalizar en escaños su apoyo popular.
La pregunta más delicada de este asunto es qué debería pasar para que el gobierno no pueda seguir con su mandato. Para empezar uno podría contestar: tener al peronismo en la oposición, cosa que ya ocurre. Aunque es un peronismo derrotado, que dejó un desastre y no tiene un liderazgo superador. La otra es que la política se una en su contra porque les toca las cajas, pero eso implicaría que lo que fue Juntos por el Cambio juegue en definitiva para el peronismo.
El gobierno de Milei juega sus fichas a un shock y no niega el costo social. Es durísimo cuando el presidente responde que no hay otra que aguantar. Porque se lo dice a la gente. Necesita señales de que todo saldrá como él quiere lo antes posible.
Por lo pronto, sólo lleva dos meses de gobierno. Meses en que un sistema que no daba resultados no quiere cambiar nada y en que lo nuevo no termina de tomar forma. Ahí estamos. La pulseada entra en un mes clave.