Martes, 28 Febrero 2023 16:18

"Los ídolos del Dibu y la cultura del trabajo"

Escuchá el comentario editorial de Cristina Pérez.

Cuando te preguntan quién es tu ídolo, pensas en grande. Y en uno de los escenarios más rutilantes del fútbol como es la entrega de los premios The Best de la Fifa, al ser elegido por sus pares como el mejor arquero del mundo, Damián Emiliano Martinez, el Dibu, pensó en grande. En la sala Playel ubicada en una de las zonas más elegantes de Paris, respondió que sus ídolos eran su mamá y su papá
 
En ese momento, al arquero que parece invencible, al que está casi invicto en la selección, al que no le tiene miedo a nada cuando está frente al arco, le tembló la voz de emoción.
 
Hoy, el Dibu Martinez, que se convirtió él mismo en ídolo luego del mundial, e hizo que muchos chicos quisieran ser arqueros, -cuando lo habitual es que sueñen con vestir la 10-, incluido uno de los nenes de Messi que mostró un video donde su hijito atajaba y él le hacía unos tiros, es posiblemente un ejemplo tan masivo que no podemos ni imaginar hasta qué punto sus palabras son un manual pedagógico y un ejemplo que va directo al corazón de los chicos en el que cuenta con toda su confianza. Los chicos escucharon de su ídolo que sus ídolos eran un papa y una mamá trabajando durísimo para salir adelante. Escucharon que ser ídolo es trabajar. En Argentina más de la mitad de los chicos y adolescentes son pobres. Alguna vez el Dibu fue como ellos. El que les habla de lo que vale, es alguien que estuvo ahí.
 
Ídolo es una palabra rara y un poco complicada si se la baja a terrenos políticos, donde el endiosamiento es peligroso y no hace falta abundar sobre el culto a la personalidad de los populismos. Pero cuando se usa en el mundo del deporte, sobre todo del fútbol, la palabra ídolo se une inexorablemente a esos sentimientos de felicidad que incluso logran que al que los provoca se le perdone absolutamente todo. El ídolo es ante todo un tipo amado, amado incondicionalmente. Maradona fue por ejemplo ese dios terrenal que no pudo con la droga. Pero quien podía quitarle ese templo hasta ahora intocable del Mundial del 86. Nadie. Y se tomó todas las licencias, algunas muy complicadas desde lo humano, pero, que el fervor popular lograba muchas veces desplazar.
 
El futbol como fenómeno social se le escapa de las manos a cualquiera porque no tiene intermediarios en esa explosión de sentimiento. Y por eso este ídolo luminoso que puso en lo más alto el sacrificio de su mamá y su papá trabajando duro le habla a una Argentina que clama por ejemplos como el suyo. Una Argentina donde la cultura del trabajo fue desmantelada, donde la dignidad fue puesta de rodillas en función del clientelismo más perverso, donde al que trabaja no le alcanza para no ser pobre, donde se premia el atajo, pero donde hay millones de personas que a pesar de todo esto, apuestan al camino del esfuerzo y se levantan todos los días para sacar el país adelante. 
 
Ayer mataron a Danilo, un chico que se había comprado una moto hace 20 días con mucho esfuerzo para dejar de hacer delivery en bicicleta y que soñaba con ser ingeniero especializado en petróleo. Le robaron la moto, la vida y todos sus sueños. 
 
Yo no quiero romantizar el fútbol, ni pintar una realidad rosa que no tenemos y mucho menos construir una vana esperanza en un país plagado de fraudes a la esperanza, pero tampoco me quiero privar del contraste.  
 
Hay millones de chicos intentando salir adelante todos los días, que merecen que su esfuerzo mínimamente no sea castigado. Y que alguien a quien admiran diga en voz alta que el esfuerzo vale no es poca cosa. ¿Cuántos padres y madres hay ahora dándolo todo en algún lugar anónimo e invisible sin la más mínima posibilidad de que sus hijos sean Dibu? Para ellos también fue quizás este homenaje, de un muchacho al que en lo más alto, con toda la gloria en las manos, le quedó eso. 
 
A veces quizás solo se trata de ser esa Argentina que también somos. El que abandona seguro no gana.