La imagen se repitió a lo largo de todo el país. En Córdoba, en Rio Negro o en José C. Paz. La necesidad se hizo visible en su más notoria intemperie. El bono que ofrece el gobierno está restringido a todo el que tenga un ingreso por mínimo que sea, a todo el que reciba algún tipo de ayuda social, o tenga una obra social o prepaga, y a todos los jubilados. Probablemente muchos de los que esperaron horas y horas se quedarán con las manos vacías. Los requisitos mal informados terminarán siendo una nueva frustración. Pero son tantas las carencias que en cada historia queda claro en un instante por qué les convenía aventurarse a esa chance.
La postal hace acordar en forma inmediata a los días de la pandemia cuando estaba parado el país por la cuarentena que fundió a miles y a miles dejó sin trabajo por una extensión aún incomprensible. Pero ahora no hay pandemia y la foto es la misma. El país no está parado pero no hay trabajo, al menos para los que buscan ese salvavidas de 45 mil pesos, un monto parecido a la jubilación mínima que no alcanza ni para llegar a mitad de mes.
Cuando uno se detiene en los rostros de las filas interminables, ve personas de todas las edades: jovenes, adultos y ancianos. Pero lo más revelador es escuchar sus historias. A los más chicos les cuesta encontrar empleo, y a los más grande les carcome el corazón tener que recibir ayuda estatal porque preferirían que haya trabajo y que el trabajo alcance.
“Me guardo la dignidad en el bolsillo”, respondió una señora con un nudo en la garganta, al referir lo que le provocaba aceptar la ayuda, aún sin saber si la recibirá. Otra mujer canaliza sus sentimientos con enojo. Siente que es una limosna y que preferiría que haya trabajo. Y si uno se concentra en el destino que tendrá la plata, aparece como un paliativo de pagos atrasados, sean impuestos o deudas, o para complementar lo poco que se tiene. Pero lo que más descorazona es cuántos responden que les servirá simplemente para comer. En estas horas un informe del Centro de Almaceneros de Córdoba para dar sólo un ejemplo determinó que 8 de cada 10 adultos de bajos ingresos no desayuna ni cena y tratan de que los alimentos con que cuenta la familia sirvan para los más chicos de la casa. O sea, se sacan la comida de la boca para dársela a hijos o nietos. El 42% ni siquiera almuerza.
En los rostros de las filas hay cansancio, desazón, y en muchos, incomodidad o vergüenza. Bajan la cabeza hundiéndola en el teléfono celular, se vuelven contra la pared o se cubren con una gorra. En teoría podrían haber hecho el trámite en forma virtual, pero muchos refieren que lo intentaron y la página arroja errores o les pide documentación. Existiendo la posibilidad de ingresar a internet para realizar la inscripción, asombra la presencialidad de los aspirantes. Pero se entiende todo cuando no importa quién conteste, deja en claro lo que los une: la desesperación y la intemperie.
Las largas colas en la Anses son la muestra más dura de un gobierno fallido, que no generó las condiciones para que toda esa gente que se agolpa en esperas infinitas por unos pesos que llegan al tercio de la canasta básica, no pueda obtener sustento por sí misma. No hay alegría en quienes van a ver si les toca. Hay resignación y mucha, mucha necesidad. El llamado Refuerzo Alimentario ni siquiera se entregará de una sola vez, se cobrará en dos veces, y seguro muchos de los que esperaron no estarán en condiciones de hacerlo. La frustración de unos pesos que alcanzarán para poco pero son mejor que nada y la frustración de no cumplir los requisitos para recibirlo acechan al final del trámite.
La medida de emergencia, decidida por los crecientes índices de indigencia, es decir de personas que no tienen lo que necesitan para comer, es apenas un alivio circunstancial. Los 45 mil pesos ni siquiera superan lo que necesita un hogar por mes para no caer en la indigencia, que son $56.732. En los últimos doce meses la canasta básica aumentó 81,9% pero la canasta alimentaria trepó a 89%. Desde la misma administración que no soluciona esa pulverización voraz del dinero que es la inflación llega la ayuda que por insuficiente se convierte en otra reveladora muestra del país que empobrecieron. Duplicaron la inflación recibida del gobierno anterior que ya era altísima, pero el 100 por ciento al que escalará este fin de año no se registraba desde hace más tres décadas. Y el desastre no para. Este mes ya se anticipa más de un 7% de inflación.
Sólo un gobierno que no puede proveer soluciones de fondo, puede creer que el camino son las dádivas permanentes. ¿Cómo harán todas estas personas no ya el mes que viene sino la semana que viene?
Insistimos, en esta multitud que puebla desde ayer las calles del país donde haya una oficina de Anses no se incluyen personas que reciban planes, o jubilados y tampoco a esos que trabajan y no les alcanza. En teoría son los que están en la intemperie absoluta en cuanto beneficios del estado o ingresos incluso informales por algún peso cobrado en Mercado Pago. Y así y todo, la imagen impacta. A los otros tampoco les alcanza. Y con cada medición del costo de vida, son más los pobres en Argentina.
Si alguien esperaba un rédito político o electoral debe saberlo ya a estas horas. La foto del trámite que pueblan miles de desesperados hoy en la Argentina, no es la foto de una solución. Se ha vuelto más bien, en una denuncia escandalosa a la vista de todos.