En una de las influyentes mesas de la cena de Cippec un analista se refería a algo curioso que encontraba en los informes de opinión pública. Aunque al gobierno de Milei le fuera mal, la gran mayoría de la gente no volvería a lo anterior, fue su conclusión. Y en esto encontraba un verdadero cambio en el consenso sobre dos cosas: uno, que el modelo anterior mostró su agotamiento y dos, una pista de por qué el apoyo a Javier Milei sigue siendo sostenido.
Las últimas mediciones de Alejandro Catterberg vuelven a arrojar un fuerte apoyo al gobierno en el mes de Abril con un 57% de aprobación que es apenas un punto menos que en Marzo. “Los argentinos se mantienen pacientes y tolerantes a la espera de una recuperación económica y reconocen un proceso de fuerte desaceleración en la inflación”, dice Catterberg pero también remarca que así como cae la inflación en la lista de preocupaciones porque la gente cree que los precios se mantendrán e incluso bajarán, sube el temor a perder el empleo. Hombres de clase media baja y profesionales son los que más apoyan a Milei. Y los empleados privados por sobre los estatales. La pregunta que se hace el consultor es si el Presidente ya alcanzó su techo.
Es interesante porque si se compara con el último gobierno de Cristina Kirchner o con el de Mauricio Macri, a esta altura de sus mandatos ya habían bajado entre un 10 y un 18%. Uno puede concluir que lo que sostiene la imagen del presidente entonces es la baja de la inflación y la sensación de que el camino elegido, aunque depara sacrificios, llevará a una recuperación económica. Entonces, podríamos decir que en estas dos variables se sustentará la paciencia en los meses que vienen. En que el gobierno logre lo que prometió.
La gente no votó a Milei por sus dotes diplomáticas sino por decir la verdad, y a veces en el estilo más crudo y hasta escatológico. Eso está claro y quizás explica por qué los mismos exabruptos que electrizan a periodistas y a algún sector del círculo rojo en la calle no mueven la aguja. Milei era así desde antes. Pero esto no debe hacer sentir confiado al gobierno de que todo se perdona por siempre. Y en algún momento el presidente debería asumirse como tal, es decir, con el poder pero también con la responsabilidad que trae la investidura. No es necesario insultar ni descalificar para ganar un argumento. Algunos hombres del gobierno recuerdan todo lo que llegaron a decir de Milei en la campaña y reivindican su derecho a defenderse. La defensa no debería confundirse con la intolerancia frente a la crítica o el clima de censura que pueden generar las réplicas ofensivas desde el poder.
Al mismo tiempo, hay una división en la política. Un sector que con diferencias incluidas quiere apoyarlo y dice: “No me gustan las formas, pero me gusta el fondo” y quiero que al país le vaya bien. Y un sector que sigue subestimando a Milei y espera con ansiedad que las encuestas de aprobación comiencen a dar negativas. Ese sector se sobregiró desde temprano y sus referentes cayeron considerablemente o estrepitosamente depende el caso, en imagen. Los sindicalistas, el kirchnerismo, y opositores como Martin Lousteau están entre los dirigentes con peor imagen. El presidente Milei suele explicar esta subestimación de la política diciendo que muchos de sus detractores intentan convencerse de que lo votaron por enojo y no entienden las nuevas formas de comunicación, el rol de los jóvenes y que Argentina estaba podrida de colectivismo.
Otra cuestión que la gente valora de Milei es la ejemplaridad, porque el presidente se muestra como uno más y no asume los privilegios que vienen con su rol. La honestidad es el cuarto atributo que le valoran según una encuesta de la consultora Proyección. El tercer atributo es la credibilidad. Honestidad y credibilidad son dos puntos que el gobierno está descuidando si persiste en designar a Ariel Lijo para la Corte Suprema. Un abogado muy probo y con gran prestigio lo resume así: “Lijo es lo peor de Comodoro Py”. Paradójicamente, en la encuesta de Catterberg lo que aparece de Lijo explica los riesgos que asume el gobierno. “En términos de opinión pública, la medida no tiene un impacto relevante: “el 12% está a favor, el 27% en contra, pero un 60% dice no tener información suficiente para opinar”. El espinoso tema Lijo pasa por ahora bajo los radares de opinión pública y ahí radica quizás el atrevimiento del gobierno que sustentando por la credibilidad del presidente sigue adelante. El caso Lijo es tan elusivo para el análisis que parece un verdadero triangulo de las Bermudas. Acaba de abrirse un período de 15 días de impugnaciones. Si el juez los pasa ¿podría ocurrir que notorios opositores al gobierno votaran su pliego, desde Lousteau al kirchnerismo? ¿Podría ocurrir que si en estos quince días la Corte da otra señal al gobierno, éste levantara su postulación? ¿Hay o no hay un pacto con Cristina detrás de la elección de Lijo? Más allá de todos estos enigmas sofocleanos, aunque hoy con este tema no le entren las balas a la imagen del gobierno, éste no debería olvidar que un juez de la corte es para siempre, y no hay vuelta atrás. Si lo hacen juez los peores opositores al presidente Milei, en el futuro ¿Le temblaría la mano para ponerse del lado de quienes lo llevaron al más alto tribunal aunque sea en contra del gobierno? La administración libertaria debería tomar nota de las oscuras lealtades detrás del personaje.