Lunes, 17 Octubre 2022 11:01

"Es el día de la lealtad a las cajas y a los cargos"

Escuchá el comentario editorial de Cristina Pérez. 

Es la primera vez que en un gobierno peronista el presidente es un convidado de piedra en el mismísimo y sacrosanto 17 de octubre. Ese sólo dato es un reflejo de la crisis en un partido vertical que hoy en teoría gobierna. Pero, ¿gobierna? O más bien se mantienen ahí arriba a expensas de todos nosotros.

No se sabe muy bien cómo harán los divididos festejantes del día de San Perón para que la fiesta no se convierta en una interpelación o en un pase de facturas ante la escandalosa realidad de la pobreza.

Lo de Todos unidos triunfaremos, no tiene unión ni triunfo y tampoco los tiene a todos. El Presidente no fue invitado a ningún acto. Cristina Fernandez no se sabe bien qué hará. Y los sindicatos deberán disimular sus reclamos. No les queda ni el “Ah pero Macri” con la malaria.

Pero esto no es todo lo que deja en evidencia la profunda crisis que el peronismo se niega a enfrentar por atar su destino al fanatismo kirchnerista con sus rémoras autoritarias y setentistas que los devolvieron a la tensión entre Perón y los imberbes en la plaza.

Ya sería grave decir que lo único que tienen para ofrecer en términos económicos son políticas decadentes, volver al pasado, negar y renegar del progreso en nombre de mantener un status quo rancio que impide leyes laborales modernas, innovación en la economía y enfrenta al país a una oxidada máquina de impedir que frena a los sectores productivos y los entrampa en su ineficiencia mientras genera un éxodo de jóvenes y talentos que aún no puede ser cuantificado en su gravedad.

Como suele decir el economista Gustavo Lazzari, “no buscan solucionar la inflación, buscan un culpable”, y esa fórmula que toma el tema más acuciante del presente podría usarse para cualquier otro asunto. Buscar culpables tiene un límite.

Aquí llegamos a la falla donde el peronismo y su gobierno ingresaron a un callejón sin salida. Buscar culpables encuentra su límite en una realidad que ya no tiene escapatoria. Esa realidad que como decía el propio Perón es la única verdad. El deterioro es tal en la vida real de la gente, que el que se jactaba de ser el partido de los trabajadores no puede garantizar que el que trabaja hoy en la Argentina no sea pobre. La propia Cristina Fernandez lo advirtió en sendos discursos, pero su propio gobierno, liderado por ella, no importa a quién ponga de mascarón de proa, es incapaz de poner en marcha las reformas que saquen al país de un modelo que sólo multiplica la pobreza y perversamente encuentra en mecanismos de dependencia de los más pobres la única fuente de supervivencia de su poder.

No es casual el crecimiento del poder de los líderes de movimientos sociales que gerencian la pobreza en detrimento de los sindicalistas. Hay más planes, más trabajo informal y menos trabajadores en blanco.

Cristina Fernandez ofrece un modelo agotado y sólo propone más de lo mismo para una crisis en espiral que se ha vuelto insoportable. El peronismo llega a este día de la lealtad, habiendo quebrado la principal lealtad que era la que lo fidelizaba con su base electoral.

Ofrecer un bono a indigentes o a trabajadores es ofrecer migajas que no calman la desazon profunda de no tener la retribución de la dignidad y la autonomía que ofrece el trabajo y el propio sustento. El gobierno ha perdido ese registro. Registro que ya se manifestó en las últimas elecciones. Es humillante trabajar y que no alcance para mantener a la familia o ser jubilado y que no alcance la miseria que se recibe por el esfuerzo de toda una vida. O pagar ganancias con el salario que

cada vez vale menos y soportar que anuncien como dádiva que suben de tanto en tanto el piso de forma arbitraria pero sin que nunca esa extracción se equipare con el acelerado costo de vida.

¿Lealtad? Con quiénes son leales. Este parece más un día de la lealtad con las cajas y los cargos a los que se atornillan mientras dura el poder.

Al estandarte del trabajo digno que se deshilacha como un sueño imposible en medio de la pulverización de los ingresos por la inflación, se suma otro tótem derruido: el de la gobernabilidad. ¿Alguien puede decir que este gobierno representa gobernabilidad?

Julio Bárbaro, peronista y peronólogo lo definió públicamente y sin empacho como el peor gobierno de la historia. No sólo el peor gobierno peronista de la historia. Simplemente el peor.

En el seno de la administración la tensión desestabilizadora viene de ellos mismos. Una coalición donde se sacan los ojos entre ellos no provée las condiciones mínimas para hacer lo que hace un gobierno que es llevar adelante políticas y sostenerlas en el tiempo. Ellos mismos se ponen los palos en la rueda y sólo basta ver el loteo en los ministerios para darse cuenta de que no hay plan de gestionar sino de repartirse fondos.

Cuando asumió Sergio Massa, la pregunta era si llegaba a los 100 días la paciencia de Cristina Fernandez, que desesperada ante la crisis que ellos mismos provocaron presionando la salida de Guzman, aceptó medidas en apariencia ortodoxas. Hasta ahora sólo hay ajuste por inflación, el presupuesto quizás termine dependiendo de la oposición, y si la inflación no llegó a 7% es porque pospusieron el aumento de tarifas en la luz. Lo único que hizo Massa es un acting de expectativas, ver de dónde sacaba dólares y ahora promete que la acumulación de reservas será el puntapié de un plan de estabilización, pero ya tiene a La Cámpora reclamando por lo que se juntó con el dólar soja. No sólo este gobierno empezó con un presidente que se jactaba de no tener plan sino que está terminando sin que un mínimo plan pueda llevarse adelante. Más que gobernabilidad estamos en un pantano de arenas movedizas donde todos rezan que el año pase rápido.

La agonía autoinflingida del gobierno kirchnerista esparce calamidades. En medio de la decadencia vemos la descarnada lucha de poder para perder lo menos posible en las próximas elecciones, pero la interna es tan cruenta que sólo amenaza con más implosiones. La imposibilidad de eliminar las Paso por falta de acuerdos es sólo una muestra. Y este 17 de Octubre atomizado una evidencia a cielo abierto.

Los analistas más osados, advierten que el peronismo corre incluso el riesgo de convertirse en tercera fuerza en las elecciones del año que viene. Otros aseguran que no es para tanto y que eso sería imposible.

En las encuestas, casi el 80% de la gente cree que su situación no mejorará el año que viene. En síntesis, el país intenta llegar a la otra orilla y que algo se intente solucionar en serio por una vez. Algo que un gobierno que no gobierna difícilmente pueda prometer.