Jueves, 25 Mayo 2023 15:34

"Del Vamos por Todo al Arrasaron con Todo"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Perez

El presente con todas sus calamidades es la evidencia incontestable del fracaso del kirchnerismo. Pero en su revolución imaginaria, han perdido hasta el tacto para darse cuenta de que su “fiesta para unos pocos” es un cachetazo para los muchos. Nadie sabe qué festejan.
Si el proceso que llevó al poder a Néstor Kirchner hubiera sido exitoso, habría sentado las bases del desarrollo, pero todo lo que nos rodea es decadencia.
De un 54% de los votos al liderazgo de una facción sectaria del peronismo, Cristina Kirchner llega a estas dos décadas condenada por corrupta en una sentencia que no está firme por la obra pública dirigida a Lázaro Baez quien pasó de ser empleado bancario a terrateniente de la Patagonia. Es curioso, pero hubo algo que Néstor Kirchner fundó antes de asumir como presidente: Austral Construcciones.
El Vamos por Todo terminó en un Arrasaron con Todo: los intentos de cambiar el régimen tuvieron su primer tropiezo con la imposibilidad de reformar la constitución, que terminó siendo el escudo final contra las reformas para someter a la justicia y sojuzgar a la prensa crítica. Probablemente el más exitoso de los sistemas autoritarios del kirchnerismo fue el cepo en la economía, aunque exitoso es una forma de decir. El cepo abrió el reino de la arbitrariedad, con su entramado de corrupción e ineficiencia, y sólo redundó en más pobreza, desalentando el ingreso de inversiones externas e internas. La inflación descontrolada es la última luz roja titilante de un modelo agotado. Dos décadas después, el país está otra vez al borde de un abismo económico parecido o peor al de 2001.
La otra cuestión que deja expuesto el fracaso es la imposibilidad de ofrecer futuro. Cristina Kirchner no es candidata porque no podría ganar y tampoco pudo producir un sucesor con contundentes chances electorales. El hecho de llegar a considerar a Sergio Massa ya es una capitulación deshonrosa, porque fue el mismo que al abrirse del espacio en 2013 impidió el sueño de la Cristina Eterna. “Necesitamos un plan que vuelva a enamorar”, dice la vicepresidenta, con tono nostálgico.

¿De qué sirve entonces esta manifestación religiosa en medio de las ruinas de un país? Cristina está en la cruzada imperiosa de la supervivencia. Y quizás este acto se parezca un poco a aquél en que se despidió del poder en 2015. Entonces, en la misma plaza, dijo, “A las 12 me convierto en calabaza”.

Esta vez, “en las PASO puede convertirse en calabaza”, ya no por dejar el gobierno, sino porque allí quedará expuesto el deterioro electoral de un gobierno que tiene la peor aprobación desde el regreso de la democracia. Hoy Carlos Pagni da un porcentaje peor del último que se registraba que ella era el peor: el 95% de rechazo a la gestión. Es decir, casi todos y todas.
En este Frente de Pocos, desesperado por asegurar un repliegue, Cristina parece no haber advertido un error que dinamita su coartada. Hizo de todo para despegarse del gobierno casi como si no fuera parte de él. Pero furiosa, por las menciones a sus deslices éticos, por parte de Alberto Fernandez, lo echó de la plaza en su propio día de La Patria soy yo. Quizás cree que así consolida la idea de que no tiene nada que ver con él. Lo que quedará más claro que nunca, sin embargo, en el escenario sin él, es que ella detenta el poder, es la que manda, y es la responsable. El faraónico show de 300 millones de pesos costeado por un estado fundido, mostrará con reflectores a la autora intelectual. Cristina lo hizo. Y ahí está su principal problema.

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