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Viernes, 28 Octubre 2022 10:52

"Cristina quiere eliminar las PASO para evitar el fin de La Cámpora y ocultar su debilidad"

Escuchá el comentario editorial de Cristina Pérez.

Hablan de las primarias como si se tratara de un tema de los dirigentes políticos. Eso revela el desprecio a la democracia interna real de los partidos que sólo puede ocurrir cuando las bases dirimen los liderazgos. Detrás de la avanzada furibunda de Cristina Kirchner para eliminar las primarias está su necesidad de enmascarar su declive y evitar el fin de La Cámpora.

La Cámpora, una agrupación que le responde personalmente a la señora quedaría reducida a la intrascendencia si fuera por el voto amplio del peronismo. Cultivada y crecida por imposición de la señora, como guardia pretoriana personalísima, y para alimentar el liderazgo dinástico de su hijo, La Cámpora accedió a sendas cajas del estado, a posiciones encumbradas en los ministerios y a un lugar en la mesa chica del poder, pero no logró construir consensos, porque el poder le fue dado. Muy simple: representa la acumulación sectaria por extensión del poder omnímodo de Cristina, que no admite disidencias. Y también representa su apego al rancio pasado, casi como una paradójica vanguardia de jóvenes viejos que en vez del futuro se emocionan con los 70. Sus líderes fueron el brazo de avance interno de la señora y los puntales para para socavar en su momento al ministro de Economia Martin Guzman y desmantelar cualquier atisbo de construcción de poder presidencial. Donde saltaba por el aire un albertista, crecía el espacio camporista. Eduardo “el cuervo” Larroque fue el encargado una y otra vez de esmerilar cuando fuera necesario. “Este gobierno es nuestro”, desafió cuando los embates a Guzmán precipitaban un golpe de palacio.
 
 El propio hijo de la vicepresidenta fue capaz de asestarle un golpe de gracia, saboteando el presupuesto del año pasado, renunciando a la jefatura del bloque o no votando el acuerdo con el FMI que fue posible sólo gracias a la oposición. Ahora La Cámpora avanza hacia el desmantelamiento final del presidente que siempre desconocieron. Ese que se describe a sí mismo como “el soldado que se quedó solo”.
 
El miedo no es zonzo y el miedo le dice al peronismo que con los actuales índices de inflación es casi seguro que pierdan las elecciones generales. Sin el reparto de cargos del estado, sólo quedan los lugares en las listas por distribuir y los dominios territoriales donde aún mantienen el favoritismo. Por eso, la CGT y los movimientos sociales no se quieren quedar fuera como están seguros ocurriría si el único mecanismo de selección fuera el dedo de la vicepresidenta. Fernando el chino Navarro, del Movimiento Evita lo dijo con todas las letras. 
 
Y por eso Hugo Moyano no le suelta la mano al presidente aunque ensaye conclusiones increíbles como que ordenó la economía y le de chances a su reelección
 
Con la misma lógica, la señora Kirchner preserva espacios para sus vástagos camporitos a sabiendas de que en la interna quedarían deshilachados por la impopularidad que supieron conseguir. De más no está decir que también quedaría en evidencia la decadencia de ella que detenta los peores números de aceptación pública de su carrera política aunque siga siendo la figura estelar del oficialismo. Sus principales líderes encabezan las encuestas de imagen negativa con índices superiores al 60% y llegando al 80%  en algunas mediciones.
Es curioso, el presidente, esta vez, aparenta estar dispuesto a no entregar la lapicera -casi sin usar- de su presidencia. Convertido en un pato rengo anticipado por las humillaciones que él mismo permitió da pistas de resistencia. En la Cumbre de la Celac con la Union Europea afirmó que “no quiere que se tergiversen los procesos electorales”. 
 
El presidente intuye que la zanahoria de tener el apoyo para su reelección como sugirió Máximo Kirchner es sólo una operación de confusión. 
 
Sabe que si él no tiene la lapicera esa palmada puede ser una nueva traición en ciernes. Mantener las PASO, para el presidente, es mantener sus chances de disputar algo del poder que no construyó. Reparar la anemia política de la que en gran parte fue artífice. Pero, ¿podrá con su naturaleza? Está ante la posibilidad de su única rebelión o de otro sometimiento. La inercia es fuerte. Y no tendría explicaciones una vez más, como en otras humillaciones para semejante genuflexión. Quizás para este apego al sometimiento hay razones desconocidas en la letra oculta del pacto con Cristina. Un pacto que lo llevó a algo que ni en el más delirante de sus sueños podría haber ambicionado: ser presidente. En su paso gris por la Casa Rosada, vuelve a tener en potencia la capacidad de enfrentarse con el unicato que es el kirchnerismo y del que es su producto más despreciado. Hasta ahora, cuando los hombres de su círculo confiaron en él, siempre falló y terminó rindiendo sus pretensiones. La lista de los que creyeron en él y fueron decepcionados incluye decenas de ministros, gobernadores, funcionarios y amigos.
La eliminación de las PASO tiene para la señora Kirchner el encanto irresistible de la capacidad de daño. No sólo a sus rivales internos sino a los externos también. Ella ha llevado al peronismo a la miserabilidad de depender del daño que le hagan a sus adversarios. Tres empanadas. Dejar a la oposición sin primarias e intentar tensionarlos para forzar una división en un espacio que no se esmera por evitarlas como quedó a la vista con sectores radicales que parecían oficialistas en el tratamiento del presupuesto. 
Los opositores parecen saber sin embargo, y defender, que en la unión yace la fuerza pero también recrudecerán las disputas por las condiciones para una primaria teniendo de fondo la batalla por el liderazgo. Por lo bajo algunos dirigentes admiten que sin PASO se fortalecen los aparatos como es el caso de la estructura que respalda a Horacio Rodriguez Larreta. Patricia Bullrich, que no conoce la marcha atrás, ya pone condiciones para una primaria hablando de internas abiertas y con boleta única.
 
Y Mauricio Macri se ve como el gran ordenador. Una candidatura de Maria Eugenia Vidal, -que el ex presidente propicia-, le quitaría fuerza al jefe de gobierno, por ejemplo. La alianza del primo Jorge con Patricia Bullrich sugiere un alinamiento con la ex ministra de Seguridad. Pero nada está dicho, aunque la prenda de negociación de fondo parece ser el control de la urbe porteña. Y encima, falta ver cómo tender puentes con el radicalismo y la Coalición Cívica en la que el apoyo a Larreta es evidente. Dicen que Lilita y Patricia tienen viejos resquemores irreconciliables desde cuando ambas militaban en el ARI. Aunque en política todo sea irreconciliable hasta la próxima elección. 
En esta discusión de tablero de TEG, de fichas de poder, de ambición desmedida y maquiavelos del subdesarrollo, propiciada por el poder en retirada de la vicepresidenta, queda en evidencia una vez más cómo ella concibe los liderazgos y los mecanismos de decisión: como algo que le pertenece. Cristina ha hecho del peronismo la autocracia de sus sueños. ¿Podrá hacerlo de nuevo? Si lo que los ha mantenido juntos es el poder, ¿qué encanto puede tener la unidad manu militari para los muchachos con la segura derrota al acecho?