Lunes, 13 Febrero 2023 16:15

"Cristina no está desconectada de la realidad, está escondida"

Escuchá el comentario editorial de Cristina Pérez.

Nada pinta mejor lo que es el gobierno. No pueden sentarse en una mesa. Imagínense si van a poder gobernar. Cada facción está viendo qué provecho le saca al poder ahora que se les termina. La cosa pública ocurre lejos de sus prioridades. Pero atención. No es cierto como se dice que Cristina Kirchner está desconectada de la realidad. Cristina no está desconectada de la realidad, está escondida. Porque eso le permite disimular un poco que este gobierno con su catástrofe económica y social, es su fracaso. El fracaso de este gobierno es su fracaso porque es su gobierno aunque quiera disimular. Su responsabilidad es inocultable. 
 
Fíjense que estamos transitando una crisis terminal de la que nadie se hace cargo: el presidente la niega, el ministro de economía parece más un gestor de quiebras buscando de donde sale un dólar más para mantener todo como está, y Cristina, en está en su dimensión paralela. 
 
De la mesa política convocada por el presidente lo primero que se sabrá son las ausencias. Ya anticipan que en el comunicado no debe esperarse nada trascendente y que sólo cuenta la foto. En la foto no estarán ni la señora Kirchner, ni su hijo, ni Sergio Massa. La densidad política de segundas líneas informa del desbande.
 
El gobierno se prepara para un índice de inflación que contraría sus promesas de 3% en Marzo y un día después comenzará la gestión de un nuevo jefe de Gabinete. ¿Qué se puede esperar de Agustín Rossi en la gestión de coordinación de un gobierno al que le quedan menos de 10 meses? ¿Será un mediador electoral entre las partes? ¿Será el gestor de la separación de bienes de un divorcio que comenzó el mismo día del casorio? ¿Será un árbitro entre las facciones? ¿Responderá a Alberto o a Cristina? De su gestión en la AFI quedan inquietantes interrogantes: las operaciones de espionaje en las que el gobierno montó sus recientes estrategias contra la oposición y la justicia, el avión iraní que paseó por toda la Argentina de cuyos pilotos el Señor 5 perjuró que eran meros instructores de vuelo cuando los muchachotes tenían foja de la Guardia Revolucionaria Irani, y que bajo su comando, Inteligencia nunca advirtió que pasaban miles de embarazadas rusas y se iban con pasaportes en tiempo record en sólo unos meses. Acá con una gestión así te ganas un ascenso a Jefe de Gabinete de Ministros. Larga vida al mérito.
 
Análisis aparte merece la novedosa rebeldía del presidente de la que incluso él, y lo que queda de su círculo áulico parecen jactarse, como si fueran unos cancheros bárbaros. Como si no se dieran cuenta de que llegaron tarde y que la rebeldía del presidente a esta altura no vale nada. La rebeldía le valía antes para poder llevar a cabo algo que pareciera una presidencia propia. Su rebeldía hoy es una rebeldía depreciada, primero, porque ya no tiene tiempo, segundo, porque cuando tenía tiempo se dejó someter, tercero, porque las consecuencias de haber sido obediente con Cristina, o de no haber sido valiente, o de no haber tenido claro un rumbo para el país, esas consecuencias, siguen siendo su responsabilidad. El puede decir que todo es culpa de Cristina pero a la larga el presidente era él, y no pudo, no supo o no quiso. En la historia quedará su firma, aunque tenga la lapicera casi sin uso. 
 
La rebeldía debe tener un para qué. Y hoy el presidente es un rebelde sin causa. Lo de buscar la reelección es más un intento de mantener algo de relevancia en la pelea interna que una chance real. Sólo basta contemplar el panorama del desastre social y escuchar un poco a la gente. 
 
Lo que les queda es intentar dividir a la oposición para mantener alguna chance electoral, ponerle velas a Milei para que le robe votos a Juntos por el Cambio pero no tantos como para dejar tercero al peronismo, y evitar que la economía les explote a ellos. En éste último ítem también hay coletazos de la interna. Cristina y La Cámpora coquetean con dejar territorio arrasado y Alberto Fernandez prefiere cuidar lo que queda de su ínfimo legado: terminar la presidencia y no irse en medio de un estallido. A ella en cambio, no le importa nada. Total: nunca se hará cargo. Como no lo hace con la justicia, aunque sea de hecho una condenada por corrupción.