Lunes, 05 Diciembre 2022 10:41

"A horas de la sentencia, Cristina insiste en embarrar a la justicia pero no puede explicar los millones a Báez"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina sin vueltas. 

¿Es normal en un estado de derecho que la justicia haya llegado acosada y amenazada al día de una sentencia? La verdad, sólo se ve en casos de capos narcos muy poderosos. Con la sentencia inminente de la causa Vialidad, como nunca, quedó expuesto en Argentina, cuántos creen que en función de su poder algunos deberían ser intocables. Como si el principio de igualdad ante la ley que emana de la Constitución fuera abstracto y condicionado. Sólo para perejiles. La verdad que en ningún lugar de nuestro orden jurídico está establecido que ser elegido por el voto libere a las personas de cumplir con los límites del código penal. Sea quien sea y sea del partido que sea. 
 
Es la primera vez en nuestra historia que una persona es juzgada ostentando uno de los mayores cargos del poder ejecutivo. Este juicio comenzó pocos días antes que Cristina Fernandez postulara a Alberto Fernandez y se postulara ella misma, como su segunda, en la fórmula presidencial. Mala noticia hubiera sido que ese poder, fuera un pasaporte de impunidad. 
Una sentencia define si hubo una ruptura del orden, es decir de la ley, y si debe haber un castigo por este exceso. Como considera Platón en La República, al criticar diversas concepciones de justicia: “los poderosos son fuertes; hablan de justicia, pero en rigor quieren reafirmar o justificar su dominio sobre los demás miembros de la comunidad”.
 
Para Cristina el poder es estar por sobre la ley y por sobre la justicia. 
 
Todo este tiempo, la vicepresidenta, tuvo como estrategia encarnar al pueblo y convencer a sus seguidores de que si la ley la alcanza a ella perjudica al pueblo. Un argumento que hoy se estrella contra los padecimientos del pueblo, por las ineptitudes de su gobierno, no por los jueces.
 
Cristina Fernandez tuvo como estrategia convencer a sus seguidores de que ese era el fin que perseguían los jueces. Ir contra el pueblo. No que ella explicara por qué durante doce años, no uno ni dos, doce, enriquecieron con contratos del estado a un monotributista ignoto que pasó de empleado bancario a acaudalado estanciero con todo tipo de privilegios. 51 obras, 46 mil millones de pesos, y pagos adelantados y a término como nadie, incluso cuando las obras no se terminaban. 24 rutas siguen sin ir a ningún lado en Santa Cruz. 
 
En la nota que da a un medio de Brasil en las últimas horas, la vicepresidenta vuelve a explicar que ella y su marido ya llegaron con buen pasar al poder. Pero no puede explicar lo de Baez.
 
Cristina Fernandez da una nota fuera del país pero no pudo explicar su sociedad y la riqueza de Baez en la causa Vialidad. Y no pudo evitar, primero, que el juicio se realizara, lo que era su estrategia como demostró con los otros procesos. Segundo, que no se demorara con recursos insólitos en algunos casos. Tercero, que llegara la sentencia, con ella en el poder. Herejía para el mesianismo populista. 
 
La vicepresidenta buscó instalar una falacia, es decir un argumento aparente. Pero no poder responder las preguntas más básicas sobre sus negocios con Baez, expuestos por el histórico alegato del fiscal Diego Luciani, la hicieron sospechosa hasta para muchos de los suyos. Cristina Fernandez es perfectamente consciente de eso. Porque por un lado ella no admite que la justicia la alcance. Al contrario. Es ella quien la impugna y quiso doblegarla cambiando el régimen republicano por una versión chavista, con leyes que nunca pasaron los controles de constitucionalidad. Por eso aborrece a la Corte. Ahora mismo, la vicepresidenta no ha escatimado en bloquear al Consejo de la Magistratura aún a expensas de trabar al Congreso del que su gobierno necesita leyes varias en medio de la crisis y sin quorum propio. 
 
Los carpetazos de última hora también son parte de esta furia. Se conocieron chats, de extraña procedencia, que develarían un viaje a una estancia de Bariloche que habría incluido a jueces, fiscales, funcionarios macristas y ejecutivos de medios que luego en esos intercambios buscan supuestamente encubrir que asistieron. Si se comprobara que eso ocurrió y hubiera allí un delito debería investigarse. Pero tampoco este hecho invalida la responsabilidad que le quepa a Cristina Fernandez en sus propias causas. 
 
Lo que hizo Cristina Fernandez en este tiempo es trabajar en función de la percepción, que es el reinado de los publicistas no el de la verdad, ni el del orden jurídico. Cristina trabajó en función de que la percepción es la realidad y si ella logra ser percibida como inocente o perseguida eso es lo que quedará en la mente de sus seguidores y lo que puede incluso escudarla ante un fallo adverso o hasta vencer al fallo. Ella sabe perfectamente que no irá presa ni será impedida de candidatearse ahora mismo. Que aún condenada eso llevaría años, pero busca ganarle a un fallo que deje sellado su nombre como el de una corrupta. A pesar de que podría simplemente declararse inocente y apelar, como seguramente ocurre, no soporta en su autopercepción de figura histórica el posible registro de corrupta en su biografía. 
 
Cuán más fácil hubiera sido demostrar su inocencia. Pero… ¿puede Cristina demostrar su inocencia? ¿O necesita toda esta parafernalia de relato y persecución, -la novela del lawfare- porque simplemente, la riqueza de Baez y sus propios bienes, no tienen explicación? Encima, la causa Vialidad, de tener una sentencia condenatoria, representa ni más ni menos que el delito precedente que requiere toda investigación por lavado de dinero como lo es la causa Hotesur. Por lo tanto, tiene un efecto inmediato en ese proceso que ella había logrado cerrar e involucra a sus hijos. Allí, Lázaro Baez, ya fue condenado a 12 años de prisión. 
 
El gran debate de estas horas se enfoca en dos cosas. Una es si el kirchnerismo apelará a la violencia, a armar quilombo, como amenazaron todo este tiempo, “si la tocan a Cristina”. La otra, es si la condena en caso de no haber absolución, será sólo por defraudación al estado o también por asociación ilícita. Resultó muy increíble leer en estos días, que algunos consideran que sería “una peligrosa jurisprudencia”, que fuera condenada por “asociación ilícita”. Falta que digan, “déjennos seguir currando desde la política”. Si realmente los jueces consideran probado, como dijo el fiscal Luciani que hubo una organización criminal conformada por funcionarios que durante doce años en el mismo cargo aseguraron una maniobra con el mismo empresario, ¿qué mejor que un fallo ejemplificador? Justamente para que los que gobiernan, en cualquier estrato, -gobernadores, intendentes o concejeros escolares-, piensen dos veces antes de meter la mano en la lata, a sabiendas de que incluso el más poderoso debe dar respuestas. 

El fiscal pidió 12 años e inhabilitación para ejercer cargos públicos, por defraudación al estado y jefatura de una asociación ilícita. También dijo: “es corrupción o justicia”. Una sociedad asqueada, mira y espera la sentencia. Sería la primera vez que alguien en el cargo de vicepresidente en ejercicio es condenado por corrupción, y encima, por actos cometidos durante el tiempo en que ocupó la mismísima presidencia de la Nación. Si tan arriba no pudiera llegar la ley, sea con condena o con absolución, es que, que definitivamente no hay ley. Por eso es importante el día de mañana.