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Miércoles, 28 Febrero 2024 13:33

"La corrupción se esconde en los intermediarios"

Reviví el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas.

Mientras se empieza a sentir fuerte la recesión, el gobierno parece ofrecer como contracara al esfuerzo por el ajuste, el avance sobre cajas políticas que sorprenden por su sistematización dentro del estado y por su permanencia en los diferentes gobiernos de distinto signo político.

De los fondos fiduciarios no hablaba nadie y eran un tesoro sin control de unos 10 mil millones de dólares o 2 puntos del PBI. El gobierno anunció que cerará 9 pero quedan otros 20 en pie.

Ahora también sabemos que en el estado estaba enraizada una verdadera telaraña de seguros que basaba su éxito en la posibilidad de contratar sin licitación cuando la aseguradora era del estado y que tenía en el corazón del curro la figura de un bróker innecesario que por una gestión inexistente se llevaba una comisión. La olla que se destapó con la salida de Osvaldo Giordano de la Anses, no se reduce a la caja previsional más grande del país.

Uno de esos brokers habría sido Héctor Martínez Sosa, el marido de la secretaria del ex presidente Alberto Fernández, cuyo paso por la Superintendencia de Seguros lo hacía experto en este tipo de operatoria. Hablamos de Nación Seguros y Seguros Bapro bajo sospecha por este tipo de trámite que con la misma operatoria se repetiría en gobierno provinciales e importantes intendencias. Se destacan curiosidades como créditos para jubilados que antes no requerían seguros pero en el último tiempo sí. Exacto, se usaron los créditos a los abuelos para pasar comisiones.

Lo de Martínez Sosa sería sólo la punta de un iceberg que salpica para todos lados.

En estas horas se supo que, con sólo despejar los intermediarios en las contrataciones de seguros, el ministerio de Seguridad, que dirige Patricia Bullrich se ahorrará 500 millones de pesos. La operatoria bajo sospecha se comenzó a realizar con el desembarco de la ministra Sabina Frederic, durante el gobierno de Alberto Fernández. Frederic era la que decía que Suiza era aburrida, para minimizar los delitos en el conurbano.

La intermediación era el modus operandi para meter la mano en la lata. Y aparece por todos lados. Incluso en la ayuda a los más pobres.

Días atrás la jueza María Servini sorprendió recordando un diálogo con un político de quien no dijo el nombre, que le había dicho a comienzos del gobierno de Néstor Kirchner, que en Argentina tenía que haber más pobres porque los pobres eran los que traían los votos. Claramente cumplieron sus objetivos con creces. Lograron que en Argentina hubiera tantos pobres que esa situación alcanza a la mitad de la población.

En estas horas no sólo surge que los llamados gerentes de la pobreza administraban fondos fiduciarios millonarios, sino que se busca terminar con la intermediación –sí, otra vez intermediarios- también en la ayuda social.

El crecimiento de los planes sociales no sólo no redujo la pobreza sino que cristalizó un sistema donde la ayuda del estado no restablecía a las personas para regresar al mercado laboral y ni siquiera ponía como condición que los chicos fueran a la escuela. Más bien terminaron asegurando clientes cautivos de los intermediarios cuyo poder crecía cuantos más planes acumularan. Nunca el objetivo fue bajar los planes, sino usarlos como catalizador del conflicto social y el dominio de la calle. Este fue el modelo de Néstor Kirchner a quien el control de la calle lo obsesionaba. En estos mecanismos hasta absorbieron a la izquierda, además de los movimientos sociales. Personajes que admitían en nuestra cara que se quedaban con parte del dinero y un manejo tan turbio de la nómina de beneficiarios que, según fuentes oficiales, apenas contaba con un rústico registro en una planilla de Excel.

El cambio de nombre del Plan Potenciar Trabajo que ahora se transforma en Volver al Trabajo para cerca de un millón de personas menores de 49 años y un segundo Plan llamado de Acompañamiento Social para los más vulnerables que incluye a unas 300 mil personas, no deberían agotarse en sacar a los intermediarios sino también multiplicar los esfuerzos en reconstituir y promover la cultura del trabajo, destruida por el kirchnerismo. Sino, todo será mero maquillaje. El desincentivo para salir a trabajar sustituyendo el ingreso por una acumulación de planes fue posible porque el propio estado lo permitió.

El estado tomado por un sistema dedicado al robo público, de manera tan feroz, que cuesta separar funciones del estado de maniobras para la corrupción. Donde se toca sale pus.