Jueves, 08 Diciembre 2022 11:19

"El gran fracaso de Cristina es que tener el poder no le alcanzó para tener impunidad"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina sin vueltas.


Las veces que Cristina Kirchner negó una candidatura, terminó postulándose. Y en ambas fue por la presidencia de la Nación. La elección en que hizo un repliegue táctico fue la que no la tuvo como candidata cuando Mauricio Macri fue elegido presidente.

Cada oportunidad en que la estrategia de amague y ambigüedad terminó en una candidatura presidencial, incluyó una negativa, declaraciones elusivas y un operativo clamor. Ya en 2006 el ciclo comenzó con el enigmático “Será pingüino o pingüina de Néstor Kirchner”, una desmentida de ella a postularse durante una gira a España y a los meses el lanzamiento de su primera candidatura presidencial en Julio 2007. Fin del misterio.

Durante 2011 fue la propia Cristina ya siendo presidenta quien puso en duda presentarse a la reelección. “No se hagan los rulos”, había dicho para desalentar versiones, pero luego terminaron todos en la peluquería. Cristina Fernandez fue candidata obteniendo el 54 % de los votos. Aquella frase de los rulos no sólo remitía a la candidatura sino a la reforma constitucional que siempre estuvo en la fantasía kirchnerista, pero que nunca tuvieron los números para lograr, y que en esa época era demandada por el núcleo duro porque querían “una Cristina eterna”, como acuñó la entonces diputada Diana Conti, poniéndole nombre a una idea de hegemonía que se parece mucho al liderazgo unívoco de la hoy vicepresidenta incluso no siendo ella quien encabezara la última fórmula presidencial. Para esa construcción totalmente vertical de jefatura indiscutida, fue un verdadero terremoto que Cristina Fernandez anunciara esta semana que no será candidata.

No sólo porque recientemente ella misma alentó el acto del día del militante bajo el sugestivo nombre de Cristina Vuelve, a pesar de que no sólo no se fue sino de que está en el poder y de que por más que busque despegarse, este es su gobierno.

El camporista Andrés Larroque remarcó varias veces que ella es la líder que más votos tiene en el espacio y que eso vale. También es cierto que su hijo Máximo Kirchner había afirmado que no creía que su madre fuera candidata en 2023, pero luego el acto en La Plata volvió a enviar un mensaje confuso ya que la negativa de ella estuvo enmarcada en un operativo clamor donde los asistentes coreaban que sea candidata, y ella confortable los dejó seguir cantando.

Hoy muchos en el kirchnerismo esperan aún que su tajante negativa sea reconsiderada o se revierta. Algunos dicen que fue un rapto en medio del enojo por la condena. Sea como sea dejó al peronismo en estado deliberativo. Lo cierto es que más allá de que en ese espacio Cristina Fernandez sigue ostentando los mejores números, no sólo acarrea la peor imagen de su carrera política anivel general sino que hoy las encuestas anticipan una debacle electoral para el oficialismo. Cuando algo similar pasaba con el riesgo de perder, aunque también impedida de una re-reelección, fue cuando Cristina Fernandez se replegó en 2015 para volver en 2017 luego de una derrota descomunal en tres bandas que incluyó a la propia provincia de Buenos Aires.

Por ese trauma, el trabajo obsesivo en círculos concéntricos de poder, muestra desde 2017 una construcción permanente desde las bases para recuperar y no volver a perder la provincia. En aquél año fue con Unidad Ciudadana que la ex presidenta tuvo una herramienta que le sería útil para volver al Senado y luego sorprender con la candidatura de Alberto Fernandez unificando al peronismo y volviendo al poder a pesar de sus causas de corrupción. Pero entonces, la crisis económica era de otro. Y ella no estaba condenada.

Son dos los fracasos que penden de este cuarto gobierno kirchnerista que ella no reconoce como propio y de los que parece muy difícil recuperarse. La tragedia social de un país que sin planes sociales llega al 50% de pobres según la UCA, con una inflación de 3 dígitos y el salario destruido, es uno. Pero además, que ella falló en aquella admonición fulminante de que la iba a absolver la historia, parafraseando a Fidel Castro. Los mismos jueces a quienes se las enrostró sacada, antes de asumir en 2019, fueron los mismos que llevaron adelante el juicio y la condenaron estando en el poder. Algo inédito.

Es curioso, luego del asado con su tropa bonaerense en Ensenada, en el que los llamó a “tomar el bastón del mariscal”, el jefe comunal de Villa Gessel casi confesó lo que todos lamentan. “Tenemos gobernadores, intendentes, concejales, legisladores, mayoría en la Cámara de Senadores, tenemos el Poder Ejecutivo, y sin embargo, no pudimos evitar que salga esta condena”. El gran fracaso de Cristina es que tener el poder todo este tiempo, no le alcanzó para tener impunidad. Ahora difícilmente quiera ser el mascarón de proa de una elección que puede ser aún peor que la pasada cuando 7 de cada 3 no votaron al peronismo. Y por el tiempo que llevará en quedar firme la sentencia de Vialidad aún podría esperar dos años más para volver a postularse sin urgencia de fueros. El problema es que el frente judicial no dejará de ofrecer complicaciones. Más juicios orales eventualmente, y malas noticias que ya empezaron incluso para su hijo. Difícilmente la intemperie sea el territorio que le convenga y la necesidad más que el deseo será la que al final traccione su decisión. Mantener la provincia y ser candidata a senadora sería en ese sentido lo más lógico. Probablemente nada describa mejor la mayor crisis del kirchnerismo, que el callejón sin salida de las circunstancias. Crisis económica y causas judiciales. Cristina no sólo no produjo un heredero político fuerte, sino que debe quedarse en el poder, eventualmente en una banca, en defensa propia. El poder, también puede ser una cárcel.