Miércoles, 28 Diciembre 2022 10:07

"Cristina prevé una derrota y ya está en campaña para ser jefa de la oposición"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina sin vueltas.

El mundial de Qatar terminó, pero el dólar Qatar sigue por los aires en vuelo crucero. Supera los 360 pesos y es el valor más alto de la bizarra colección de tipos de cambio que enloquece a las brújulas en la Argentina, y está presionado por la inquietante fiebre del blue que anotó otro record al compás de una crisis institucional que se agrava. Los 30 pesos que subió en apenas una semana hasta 356 pesos, difícilmente dejen de impactar en la inflación. Pero el dólar no se corta solo. Su intranquilidad tiene un telón de fondo que augura más zozobras. 
 
El que creyó que el gobierno había dado marcha atrás con el gravísimo incumplimiento de un fallo de la Corte, debe saber que el incumplimiento continúa. En los hechos, el dinero que le corresponde a la ciudad en forma automática no se está depositando. Hay toda una línea de funcionarios del Banco Nación en abierta desobediencia, una situación que como reconoció el flamante funcionario porteño Martin Redrado, no tiene antecedentes
 
Y por haber sido notificados también quedan en ese brumoso margen de la ley el ministro de economía Sergio Massa y el ministro del interior Wado de Pedro. Brumoso, porque hay que prestar atención al gris. El gris entre cumplir y no cumplir puede encontrarse en la presentación misma del recurso ante la Corte realizada por Carlos Zannini. Presentar un recurso, aunque de primera mano sea evidente que es inconducente, fuera de término y que no tendrá éxito, es acatar el fallo. La movida del Procurador General del Tesoro, responde a Cristina y no a Alberto. El presidente, que había dicho que iba a acatar el fallo, en sólo horas volvió a quedar desdibujado. Con esa palabra lo describe al propio mandatario el encuestador Alejandro Catterberg. 
 
 
Para entender lo que está pasando en términos simples: el incumplimiento se está produciendo porque no se deposita la plata, pero la presentación de un recurso ante la Corte, es técnicamente acatar el fallo. Acatar sin acatar, en pocas palabras.
 
La partitura de fondo es otra y es política. La orquesta tocó en Avellaneda y la dirigió la señora Kirchner. La guerra del interior pobre contra la capital opulenta será su caballito de batalla electoral. Ayer Cristina Kirchner, comenzó la campaña electoral, denunciando paradójicamente proscripción. 
 
Como ella misma recordó, tener juicios en curso, o al borde de iniciarse no le impidió ser candidata en 2019. Ni se lo impediría ahora hasta que su condena esté firme. El problema que tiene hoy Cristina Fernandez no es el fallo que la condena por corrupta y la inhabilita para cargos públicos. El problema de la señora es que una abrumadora mayoría de la gente incluidos muchos de quienes los votaron, le creen al fallo. Según un informe de Management and Fit el 59,5% de la gente está de acuerdo con la condena a 6 años por defraudación y con la inhabilitación para ejercer cargos públicos. Un 33,2% se manifiesta en desacuerdo y podríamos ubicar allí gran parte del votante del núcleo duro. El punto es que en 2019 lo que a Cristina le faltaba para sumar a esa facción lo consiguió engañando a todos con el “Alberto moderado”, para luego ser ella la mandamás del gobierno. Ahora, no tiene espacio para tretas de moderación y encima cierne algo peor sobre su mochila electoral que es la desastrosa situación económica. Cuando en la misma encuesta se le pregunta a la gente sobre sus principales preocupaciones, el subtotal que responde sobre problemas económicos llega a 59,2%, pero escala al 74,5% si se le pregunta en comparación con el año anterior y al 62,4% si se le pregunta sobre el futuro de la economía. Por la percepción pública de su culpabilidad y porque la economía es un desastre en éste, que es su gobierno, es que hoy la señora Kirchner pone en modo pausa una posible candidatura presidencial. Como en 2017, volvió a Avellaneda donde lanzó Unidad Ciudadana que fue la herramienta que le permitió cuidar su base electoral y replegarse para ser opositora.
El acto en Avellaneda fue un ensayo de eso. Cristina adelantó su rol de opositora subiendo al ring a Horacio Rodriguez Larreta. Como prevee una derrota prefiere un moderado al frente y no a Patricia Bullrich a quien busca vincular mediante las acusaciones a Gerardo Milmann, con el ataque en su contra. Nada mejor para el jefe de gobierno porteño a quien le costaba hacer pie en la interna y ahora tiene la enemiga soñada para polarizar. 

Para profundizar la inquina con la capital la vicepresidenta no fue original. Su discurso suena antiguo, gastado y vencido, pero ella sabe que funciona en su tropa propia. Se podría sintetizar en “Y dale con los helechos…”
 
No hay que dejar de prestar atención a dos elementos del escenario de Avellaneda. Uno, es la presencia del gobernador Kicillof que considera que se hizo justicia cuando se le quitó la plata a la Capital porque los bonaerenses reciben menos y valida el manotazo como si no fuera necesario obedecer lo que estipula la ley para resolver la coparticipación. 
 
Kicillof diciendo que ahora hay justicia. 
 
¿El gobernador es el candidato elegido por la señora? Claramente su discurso fue el de un candidato, mostrándose en defensa de los dineros bonaerenses. El repliegue requiere asegurar ante todo la provincia. El otro elemento tiene que ver con la oportunidad del acto: inaugurar el polideportivo municipal Diego Armando Maradona, rodeados de deportistas que según el intendente ultra cristinista Jorge Ferraresi, no se olvidan de sus orígenes. 
 
El invitado de honor fue el negro Enrique, presentado como el que hizo la asistencia a Maradona en el gol del siglo contra Inglaterra. El campeón del 86 hizo una auténtica manifestación de peronismo. 
 

Cuando el país habla del triunfo de la selección, y de Messi, el cristinismo habla del 86 y de Maradona. Y buscan pegarse al fútbol para mostrar que también los deportes son gracias a la política. Cuando terminó su alocución en el escenario, el negro Enrique, le hizo a Cristina la misma reverencia que le hacen a Messi desde las tribunas, cuando bajan los brazos extendidos como si fuera un dios en la cancha. La vicepresidenta no mencionó a Lionel o a la Copa en su discurso. Que no se atrevan. Ni Messi ni el triunfo de la selección pueden empañar su guerra contra la justicia. A las reverencias, se las queda ella.