Para los que hasta hace cinco minutos consideraban que se puede dialogar con una fuerza que busca tomar por asalto las instituciones de la república, les doy una idea: tómense, otros cinco minutos y tómense un té. Sí. Y luego vuelvan a reflexionar sobre qué es la grieta.
Ni disimula el kirchnerismo que lo que busca desesperadamente es impunidad a toda costa. Y Cristina Fernandez actúa como los culpables, no como los inocentes. Los tranquilos de conciencia no buscan derrocar a los tribunales que los juzgan. La Corte Suprema concentrará todas las apelaciones de su complicado frente judicial y ante nuestros ojos, la vicepresidenta de la Nación busca voltearla.
Hace unos días el presidente decía que quisieron poner en riesgo a la democracia argentina con el ataque a Cristina. Él también lastima a la democracia atacando uno de sus pilares básicos como lo es la libertad de expresión. Una cuestión que los argentinos defendemos desde los cantitos a la jueza Buru Budú Budía en lo de Tato Bores.
El presidente atrasa cuarenta años.
Aunque, como la reforma de la Corte, una ley que regule las redes, tampoco pasaría la Cámara de Diputados. El Senado ya sabemos que funciona como coto de caza de la señora. Es de suponer que los muchachos aprovechen su mayoría circunstancial porque con el nivel de desprecio que manejan a los problemas reales de los argentinos difícilmente conserven esa mayoría el año que viene.
En menos de un mes, el kirchnerismo propuso tres legislaciones que nos acercan a regímenes autocráticos como el de Venezuela, Cuba, Irán o Rusia. Esos que tanto admiran. Esos que arrasan con los derechos de sus ciudadanos, especialmente las libertades políticas. La ley contra el odio, la embestida contra el poder judicial, y una regulación de internet siguen el molde de las más rancias dictaduras, donde además de miseria, los gobiernos se vuelven contra sus sociedades en todo sentido. A esta misma hora el amigo k, Vladimir Putin, aterra a sus propios ciudadanos forzando a los civiles a enrolarse en un ejército que va al muere. Lo vimos en Malvinas. Los dictadores son así. Hoy se cumplen 7 meses exactos de la guerra que por cierto a este gobierno lo incomoda tanto condenar.
No hay que olvidar que en estos días también amenazaron a los fiscales que investigan a la vicepresidenta desde lo más alto del gobierno y que uno de los abogados de la señora salió a intimidar con denuncias judiciales al humorista Nik.
La corrupción no es judiciable y el humor sí, señores. Por fin dieron con el problema argentino: las caricaturas.
Lo primero que hay que decir sobre la propuesta del presidente de regular internet, es que muestra su escandalosa falta de profesionalismo y chapucería. Porque debería saber perfectamente, que en Argentina, el país que formalmente preside, el derecho a la libre expresión está protegido en internet de igual manera que en cualquier otro ámbito, con las mismas garantías. Claro, esto si estuviéramos ante un gobierno dispuesto a respetar las garantías. Por cosas como esta es que también quieren someter a la Corte. Porque es la custodia última de esos derechos.
Y expresamente, ya que el mandatario lo ignora o no le importa, es necesario recordarle, a él, que suele mandar a otros a leer la constitución o la jurisprudencia, que hace muy poquito, para ser exactos, en un fallo del pasado 28 de junio, en el caso Google-Denegri, por el derecho al olvido, la Corte Suprema sostuvo que “la Constitución Nacional garantiza una amplia protección a la libertad de expresión la cual tiene un lugar preeminente en el marco de nuestras libertades constitucionales entre otras razones por su importancia para el funcionamiento de una república democrática”. Y que “esta libertad, comprende el derecho de transmitir ideas, hechos y opiniones a través de internet que se ha convertido en un foro público”. En este fallo también se recuerda que los personajes públicos están bajo un escrutinio superior de la crítica ante cuestiones de público interés. Si quiere, presidente, le mando el fallo. Una ley que regule internet sería inconstitucional y por esto también les molesta la Corte.
Porque les molesta la Constitución, les molesta la república y les molesta la prensa.
El carácter autoritario de las leyes que intenta el oficialismo, no deja dudas sobre su verdadero rostro, aunque se disfracen de civilizados para obtener dólares del Fondo Monetario. Si pudieran, ya hubieran arrasado con la Constitución. Y lo que les puso freno real es el voto de los ciudadanos argentinos, que limitaron su poder de daño al equilibrar la fuerzas en el congreso, y por eso es muy difícil que estas iniciativas más propias de esperpénticos autócratas que de democracia, pasen la Cámara de Diputados. Como ya ocurrió con la reforma judicial, la ley de ministerio público fiscal que buscaba controlar a los fiscales, o la reforma del Consejo de la Magistratura que buscaba quedarse con el látigo para castigar a los jueces. Todas medidas para asegurar una sola cosa: la impunidad de Cristina, única razón de ser de este gobierno. En su agenda hay una sola palabra, mientras los argentinos de a pie sufren la catástrofe económica que provocaron.
Son tan desembozados en buscar la impunidad que ayer Cristina Fernandez había incluido la designación de tres jueces afines para Santa Cruz, entre ellos un ex concuñado de Máximo Kirchner que proponían como juez federal. Imaginense cómo fue la cosa, que no tenían ni los votos propios por cuestiones de idoneidad de los propuestos, o porque vaya a saber, en otras provincias también querían concuñados en el juzgado que investiga corrupción. No entienden que en Santa Cruz si pudieran forzarían la monarquía absoluta. Pasaron demasiadas cosas en la lejana Patagonia. Algunas groseras, como las que denunció el fiscal Diego Luciani a quien no dejan de amenazar, como mafiosos, sólo porque hace su trabajo.
Iba a decir, que todo, absolutamente todo lo que proponen los delata como antidemocráticos. Pero aquello que se delata, es lo que está oculto. Y el kirchnerismo ya no oculta que se quiere cargar la república y la constitución para tener total impunidad. ¿El pueblo? Mal, gracias. El sueldo promedio es la mitad del valor de la canasta básica: 65 mil pesos contra 119 mil. Pero hace ya demasiado que tampoco disimulan que no les importa el pueblo.