Los argentinos transcurren así su realidad ante un gobierno bifronte donde sus dos cabezas no cesan la guerra encarnizada mientras la bipolaridad redunda en desgobierno. Se podría decir que lo que un ala de la administración escribe con una mano, la otra lo borra con el codo. Unos sabotean y los otros aplican políticas que no pueden ni siquiera explicar para no enojar a la otra facción. O sea, el delirio, de un gobierno que disimula que no gobierna lo poco que gobierna para que su propia facción destructiva no le impida hacerlo. Parece, según cronistas políticos, que a esta política que sólo tiene como logro, mantener a todos descontentos, el presidente la considera una especie de “resistencia pacífica”, ante los embates de Cristina. Encontrarle virtud a no enfrentar a su vice emulando a Ghandi, además de un atrevimiento que banaliza al héroe de la paz, es una forma demasiado grandilocuente de la cobardía, o la mediocridad. O, simplemente el Presidente vive en otro mundo, en una burbuja donde la Argentina crece, no sólo rebota, los trabajadores no son pobres, y él tiene chances de reelección, mientras de a ratos le da la mamadera a Francisquito. Esta semanita en Europa anestesiará más aún su percepción de la realidad. Incluso, quizás olvide que en Argentina, en su ausencia, Cristina Fernandez, es la vice en ejercicio del poder ejecutivo nacional. Sí, amigos, esta semana, también en lo formal, Cristina ejerce la presidencia.
Lunes, 09 Mayo 2022 08:52
"¿Se acuerdan de la guerra contra la inflación? Alberto y Cristina tampoco"
Volvé a escuchar el comentario editorial de hoy de Cristina Pérez.
¿A quién culpar por los aumentos? ¿A Guzmán o a Feletti? ¿A Cristina o Alberto? La semana empieza con alzas en combustibles y medicamentos que serán sólo el aperitivo de otra crónica anunciada por las remarcaciones: la inflación no da tregua y otro índice altísimo de casi 6 % marcará el límite de lo soportable.
Es casi gracioso el planteo de la oposición que presentó un proyecto de “recaudación inesperada” para que el gobierno devuelva lo que está ingresando de más en la recaudación impositiva. El impuesto inflacionario casi es el principal ajuste. Y no lo hace el estado sino la gente. Pero no es el único impuesto encubierto que asalta en cada compra. Esta semana se tratará los incrementos de tarifas en audiencias públicas. Si el estado resignara los impuestos que cobra con los servicios públicos estaríamos hablando de la mitad del incremento. Pero ellos nunca resignan nada. Y casi mejor que no ofrezcan soluciones.
¿O alguien escuchó a alguno -más allá de las diferencias encarnizadas que copan la escena política - proponer algo realista para solucionar el problema? Cristina propone echar nafta al fuego, no importa cuando se lea esto. Ella sigue aferrada a que hay que ganarle a la inflación, alimentándola. Sólo eso explica que en el conurbano las paritarias de 80 por ciento en los municipios le marquen la cancha al estado y al mercado. Y ni hablar de los proyectos que buscan repartir más moratorias jubilatorias y aumentar salarios en forma adelantada. Ojalá fuera tan fácil como ordenarlo por ley. La vicepresidenta, para prevenirse de una debacle electoral en 2023 busca quemar las naves con un final feliz de gasto y que se encarguen los que vengan mientras al menos reparten alegría ficticia por unos meses con un Plan Platita 3 aunque todos sepamos que el resultado sea más inflación que los mismos de siempre deberán volver a pagar. Cristina llegó a defender la maquinita en su discurso en Chaco.
El Presidente se va a Europa para tomar distancia de la interna y de las malas noticias. ¿Se acuerdan de la guerra contra la inflación? El, parece que no. El secretario de comercio seguirá su cassette de peleas que ya nadie le cree y el ministro de economía explicará en difícil que no pasa lo que pasa. Martin Guzmán pasará su semana más difícil o no la pasará. Es imposible que el ministro admita que la inflación es parte del plan y que los ajustes de tarifas que son casi simbólicos por los aumentos de combustible a nivel mundial, pero igual pegan en el bolsillo, deben ser realizados porque el acuerdo con el Fondo es la única ancla que tiene el gobierno para mantener un relativo sentido de rumbo y algo de calma en variables muy delicadas. Mientras tanto, el kirchnerismo duro a pleno intentará defenestrarlo (tampoco importa cuando se lea esto) Esa idea que se recalentó subiendo los misiles hacia la figura presidencial, está atada a la cruzada contra el acuerdo y contra las subas de tarifas. No será extraño que gane la escena alguna escaramuza en las audiencias públicas o una nueva rebelión de los cristinistas en las carteras de energía. También intentarán espolear la falta de viabilidad en la segmentación que de por sí es compleja y dudosa.
El mismísimo viernes hubo dos clases en universidades. Una fue masiva a niveles cadena nacional. La otra un poco menos. Después de Cristina el que mandó mensajes desde el atril docente, pero sin multitudes y con apenas transmisión en Instagram fue el ministro de economía. En esa clase advirtió sobre la importancia de tener bajo control el déficit fiscal. Para solucionarlo hay dos vías, tomar más deuda o emitir más dinero, teorizó. Y aunque la inflación sea multicausal, emitir es meter más presión, se sinceró. Es decir, contradijo todo lo que había afirmado Cristina pidiendo repartir y repartir que se acaba el mundo. Luego, su cartera hizo saber que se mantiene la pauta de reducción de emisión a 1 punto del PBI y de ajuste del presupuesto según lo acordado con el Fondo hasta el 2,5%. Cristina, que terminó haciendo gala de su impotencia porque el fracaso de este gobierno aunque ella sobreactúe distancia, también le pertenece, buscó bombardear uno de los pocos factores que no cuesta dinero, para hacerle daño al plan de Guzmán que a su criterio, les quita toda chance electoral: bombardeó con flamígera retórica toda expectativa de racionalidad. Quien la haya escuchado, ¿creerá que el gobierno toma una vía sensata en el gasto o que hará como los que empiezan la dieta y el gimnasio el lunes pero terminan incursionando en una comilona descomunal? Imposibilitada, hasta ahora, de frenar el acuerdo, Cristina no cesa en intentarlo y le dispara a la credibilidad de lo que es un entendimiento que ya resulta obsoleto, pero que sigue siendo el dique de un default y la señal de que al menos está la sobria intención de un rumbo aunque los objetivos sean modestísimos. Modestísimos en términos reales, porque de movida generarán más inflación. Recién en junio, prometen, se calmaría el índice, pero junio, en una realidad inaguantable por el ritmo de los aumentos, parece una eternidad.
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