"Por qué no llega la carta de Cristina"
Martes, 29 Marzo 2022 11:39

"Por qué no llega la carta de Cristina"

Volvé a escuchar el comentario editorial de hoy de Cristina Pérez.

El drama político aún está desenvolviendo. Es pronto para saber si estamos ante la simulación de una baja en la tensión interna del gobierno o el repliegue táctico para arremeter con todo. Tranquilamente pueden pasar las dos cosas. Si algo sabe Cristina Kirchner es táctica. Su maestría en la táctica le permitió volver al poder con el mascarón de proa de un supuesto candidato moderado cuando no le alcanzaban los votos propios del núcleo duro. Una situación calcada a la que le ocurriría hoy si fueran las elecciones presidenciales. Por eso el kirchnerismo hace crujir la unidad. Porque la unidad era para ganar.


Sin embargo, el acuerdo con el Fondo fue también un ensayo de una nueva alianza dentro del peronismo, la alianza entre gobernadores de ese signo y el presidente, que Cristina no pudo contrarrestar. Es una alianza que había estado al alcance del primer mandatario desde su primer viaje que tuvo como destino la provincia de Tucumán. Allí, el gobernador Juan Manzur, había armado el cuadro de familia. Alberto Fernandez llegó a decir entonces que él gobernaría con 24 gobernadores. Luego no se animó. Vaya a saber cuál era la letra chica de sus acuerdos con Cristina, que era en definitiva su verdadera electora. Luego se vio perfectamente que ella avanzaría en los casilleros del gobierno sin que él resistiera ni siquiera la salida de su socia y amiga de toda la vida que estaba en el ministerio de justicia. Marcela Losardo saltó del tablero por moderada, o porque tendía puentes cuando Cristina quería ir a fondo contra el Poder Judicial fundamentalmente por sus causas. O, más simple, porque el plan de Cristina fue siempre ir por todo dentro de un gobierno que considera de ella. Lo recordó Andrés Larroque: “No nos podemos ir de algo que nosotros generamos”, afirmó, blandiendo los títulos de propiedad.


Nadie que hace todo por volver al poder, incluso coronar a quien le hizo las críticas más feroces, está dispuesto a perderlo por una escaramuza. Es cierto que el acuerdo con el Fondo toca un punto medular de la identidad kirchnerista, pero sobre esas grageas simbólicas vamos a volver más adelante. Cristina, que básicamente tiene que parapetarse en el poder, incluso aunque tenga ganas de ir a cuidar begonias al Calafate, no tiene margen. Debe ser conservadora del poder por las causas judiciales que la complican. ¿Qué pasaría si ante esta alianza en ciernes del presidente con gobernadores, a él se le ocurre no hacerle caso si ella pide un cambio en el gabinete en otra epístola radioactiva? Una carta sería una jugada muy expuesta. Mejor jugar a los naipes.


Las tímidas señales de tregua, que se produjeron por intermediarios en estas horas, vinieron con sorpresas de por medio. Recordemos que el presidente y su vice hace semanas que no se hablan. El sorpresivo proyecto de blanqueo de cuentas del exterior para pagarle la deuda al Fondo, bajo amenaza de cárcel para quienes no declaren sus fondos y habilitando eliminación de secreto fiscal y la figura de colaboradores, fue la primera noticia política de la vicepresidenta luego del acuerdo con el FMI. Se podría decir que, a su manera, Cristina busca mostrar que no persigue una cesación de pagos pero que también renueva la arremetida de imponer más impuestos, para que paguen los que la fugaron y de paso generar sospechas o acusaciones veladas. Especialistas especificaron que ya existen estas herramientas para perseguir evasores y desde la oposición advirtieron que la norma es inconstitucional. Para el tributarista Ivan Sasovsky, “el principal motor del proyecto es el miedo, cobrar en dólares no tiene precedentes y la iniciativa resucita fantasmas de confiscación que van contra el estado de derecho”. “Si van a empezar que empiecen por Lázaro Báez y la esposa de Daniel Muñoz, secretario de los Kirchner”, disparó el diputado de Juntos por el Cambio, Gerardo Millman. ¿Busca Cristina un plato simbólico, que permita digerir el acuerdo? ¿Es el costo de la tregua? ¿Esconde otra carta detrás del proyecto? Estas mismas preguntas se hacen en la presidencia, donde salieron a apoyar cortésmente la iniciativa que se conoció en medio de temores de ruptura y en la espera angustiosa de alguna bandera en son de paz por parte de la vicepresidenta. Cristina, ya se sabe, no da puntada sin hilo.


Para poner su marca pública en la iniciativa, invitó ni más ni menos que al embajador de los Estados Unidos Marc Stanley a su despacho del Senado, para pedir la colaboración de ese país en la recuperación de recursos del lavado de dinero, mediante este fondo especial, y así lo refirió en su cuenta de Twitter. Diferente fue la versión del diplomático que no mencionó el impuesto y recién, casi tres horas después, afirmó en sus redes sentirse honrado por la visita en la que compartieron el amor por la familia, por los países de cada uno y por los chocolates patagónicos.


Llaman la atención los temas que no refirieron haber discutido como la resonante invasión rusa a Ucrania. Cristina dijo que también hablaron de derechos humanos, aunque no especificó si eso incluía sus violaciones en Venezuela o Nicaragua. Es que, en los 140 caracteres de Twitter, la verdad que no alcanza.


La crónica diaria del gobierno parece a veces una novela de la tarde y otras, un thriller psicológico de Hitchcock, o un remake local de House of Cards. La crónica diaria de los argentinos, en cambio, recuerda a los noticieros de los tardíos años 80, poblados por remarcaciones de precios, miedo a la hiper, y angustias sobre lo poco que alcanza el salario.