"Jueces adictos que favorecen la toma de tierras: el espejo de un modelo de poder"
Martes, 12 Abril 2022 10:42

"Jueces adictos que favorecen la toma de tierras: el espejo de un modelo de poder"

Volvé a escuchar el comentario editorial de hoy de Cristina Pérez.

De tanto dar vueltas en lo mismo hemos olvidado remarcar lo fundamental. Es paradójico, pero ¿para qué quiere el kirchnerismo jueces adictos?
  
Pocos ejemplos tan grotescos y precisos como el del fallo del juez de La Plata Alejo Ramos Padilla, que prácticamente declaró legal la toma de tierras arrasando bajo todo concepto lo que se llama derecho a la propiedad.
 
La respuesta es simple: buscan pasar por encima de la ley para su propio beneficio. Para forzar la legalidad a favor de sus objetivos. Para beneficiar a los que les responden. Para cambiar el sistema desde adentro. Para extender el clientelismo a los tribunales. Para que su jefa no vaya a la cárcel. Para santificar la impunidad. 
 
En el caso del derecho a la propiedad, vemos que es asediado prácticamente como norma en toda materia y que con jueces afines busca corroer vía jurisprudencia todo lo que no se pueda alterar por falta de votos en el congreso. No es la primera vez que lo intentan. Quizás el caso Vicentin es paradigmático. Con su expropiación pasando por encima de las atribuciones del juez del concurso buscaban generar un precedente que permitiera ser la llave para entrar al dominio de otras empresas ni más ni menos que del campo, por la ventana. El kirchnerismo busca tomar como sea lo que no les pertenece. Así, apañan a los que ocupan tierras, quieren meterse por la fuerza en directorios corporativos, legislan impuestos inconstitucionales para confiscar aún más los ingresos de quienes aún producen, achican la brecha de las decisiones económicas libres con todo tipo de cepos y si pueden, alteran también otros derechos. Además de la propiedad, han usado jueces adictos para ir por el secreto periodístico y por ende contra la libertad de prensa. 
 
No extraña entonces la obsesión con ocupar los tribunales por sus militantes. Y obviamente como baluarte estratégico hacerse del control del Consejo de la Magistratura que designa y sanciona a los jueces, pero que además maneja ni más ni menos que los fondos de la justicia. Si se quiere fallos a medida también se debe proteger a quien los comete y castigar a quien se oponga. Por eso les parece un golpe institucional que la Corte haya devuelto los equilibrios o que ose recuperar su órbita de influencia en un organismo que por obvias razones le compete. Lo que ellos llaman democratización de la justicia no es otra cosa que una toma de los resortes judiciales por beneficio propio. Así se entiende muy bien que sus jueces avalen tomas de todo tipo o no actúen en las ocupaciones de terrenos que son parte de la repartija política y de las acciones de facto con las que buscan derribar la juridicidad. Son sólo un reflejo de una matriz política desde su cúpula. 
 
El mismo sistema tuvo como metodología la eliminación de los organismos de control o su virtual desmantelamiento. Aquél al que no se lo controla hace lo que quiere y se sale con la suya. O peor, se lleva la nuestra, la de todos. Pocos ejemplos mejores que la tragedia de Once, donde abundaban las advertencias de la SIGEN pero eso no impidió que ingentes cantidades de dinero fueran al sistema pero no a los trenes, hasta que viajar en chatarra ferroviaria le costó la vida a 52 personas. 
 
El kirchnerismo detesta el imperio de la ley. Por eso en su relato construyen la idea de la persecución para tapar sus hechos de corrupción bajo la cobertura del lawfare. Más recientemente y en forma escandalosa vimos como la propia vicepresidenta se las arregló con jueces amigos para saltearse los juicios y zafar de causas sin que esos juicios se realizaran, como si ella estuviera por encima de la justicia y no necesitara ni siquiera la comprobación de su inocencia. Algunos de esos fallos descabellados pronto tendrán un revés, pero en el mientras tanto, son el ejemplo perfecto de cómo se puede minar desde adentro la estructura legal y construir impunidad para el poderoso. Ya decían por ahí que el poder es impunidad.
 
La imposibilidad de cambiar la constitución por no tener los votos en el congreso, los hizo buscar la colonización de los tribunales, de los fiscales, del consejo de la magistratura y de los organismos de control. 
 
Pero en el presente, esa manía de saltar por encima de las instituciones muestra otro precedente nefasto que escandaliza a propios y ajenos: hacer prevalecer la jerarquía interna de la coalición política por sobre la jerarquía constitucional. Inventar en el país del presidencialismo un presidente débil y subordinado. Que mande la jefa del espacio y no quien fue elegido presidente de la nación. Y que como eso fue un pacto de facciones, puede tranquilamente cargarse el orden presidencialista convirtiéndolo en un orden vicepresidencialista donde la segunda manda al primero. Y el primero simplemente, debe acatar. Porque lo importante no es la constitución sino el designio autocrático del líder populista. Y en esa vacilación autodestructiva se sacude hoy el gobierno ante los ojos de un país asqueado por la impudicia y castigado por la crisis como nunca. En sectores kirchneristas defienden la idea del sometimiento de Alberto Fernandez a las decisiones de Cristina Kirchner en nombre de un pacto anterior y como si no contara en absoluto la determinación del voto que lo eligió a él y no a ella como primer mandatario. No se puede negar que fue él mismo quien no estuvo a la altura de sus propios atributos con dos largos años de sometimiento consentido y humillaciones exhibidas. La demolición de la autoridad presidencial no sólo fue fruto de la voracidad sino también del vacío provocado por la deserción del jefe de estado a su propia jefatura, cercado por el dominio faccioso. 
 
Cuando el poder sectario se impone al poder legal aparecen definiciones destituyentes descaradas como la del célebre mensaje de Whatsapp de la diputada Fernanda Vallejos donde el presidente era declarado un “okupa”. La legalidad invertida del kirchnerismo veía al presidente elegido por los votos como el virtual ocupante por considerar más válido el dedo de Cristina para elegirlo que la legalidad comicial, el artilugio por sobre la norma jurídica, la trampa por sobre la ley, la estafa por sobre la decisión colectiva más sagrada de la democracia que es el voto. 
 
Por eso ahora, el país mira impertérrito cómo ante una decisión que desoye a la facción, como fue el acuerdo con el FMI, el propio presidente se haya vuelto para ellos un cuerpo extraño al que buscan expulsar, sitiar y condicionar como si los protegiera un orden natural por encima de nuestras leyes. 
 

No extraña entonces, el fallo del juez Ramos Padilla a favor de las tomas de tierras. Es por lo contrario, perfectamente coherente con el movimiento político que lo sponsorea: son tomadores compulsivos de las instituciones para suplantar toda ley por los designios de una sola persona. Por este molde del más básico manual populista y autoritario, se entiende, que, sin tapujos y sin secretos, amen tanto, pero tanto, a las más impresentables autocracias del planeta.