El editorial de Cristina Pérez: "El ministro de seguridad se hace el bravucón con los tractores pero no con los narcos"
Viernes, 22 Abril 2022 15:16

El editorial de Cristina Pérez: "El ministro de seguridad se hace el bravucón con los tractores pero no con los narcos"

Escuchá el comentario editorial de hoy de la conductora de Cristina Sin Vueltas.

Como en un verdadero raid donde la desesperación de sus protagonistas los obliga a aumentar la velocidad y a ejecutar maniobras delirantes, el kirchnerismo sigue su atropello alocado al poder judicial. El asedio es tan vertiginoso que en sólo horas pasó de tomar por asalto una silla del consejo de la magistratura sin ruborizarse a redoblar la avanzada casi sin recuperar el aliento, proponiendo casi en forma inmediata la ampliación de los miembros de la Corte Suprema que no es otra cosa que buscar atenuar su actual poder. Los fiscales ya se preparan para que la tromba también los alcance y como en esos comics de dibujos superpuestos las piñas se multiplican en el aire. La paradoja, es que por más efectos especiales que tenga el despliegue, se parecen cada vez más a una banda que revolea las pistolas al cielo y cuando empieza a disparar no salen las balas. Por más que el Senado trate una ampliación o cualquier otra idea trasnochada, como tantas que se les ocurren, los números de bancas en la cámara baja no admiten ciertos dislates. Percances de la democracia. Añoranza de tiempos de escribanía y mayoría automática. Pensar que así se le llamaba a la Corte en tiempos de Carlos Menem: “mayoría automática”. Y que fue Cristina quien redujo la cantidad de sus miembros con pompa institucional. Hoy son sus huestes las que proponen todo lo contrario y como en tantos otros asuntos muestran que siempre hay una excusa hasta para contradecirse con su propia historia, si es eso lo que les conviene.
La contradicción sí que está a la orden del día y el presidente no se queda atrás. Una vez más amagó con tomar decisiones y con hacer cambios, y dejó a los suyos plantados y en off side, luego de hacerse los guapos. Mientras Guzmán están en Washington, el mandatario se mostró con el subsecretario camporista que los contradice cada vez que puede, y aquello de que sólo gobernarán con los que estén alineados pareció el divague de alguna resaca mal llevada. Al final y como siempre el que termina alineándose es el presidente y el tema tarifas volverá a ser el test de autonomía que demostrará si él y su ministro pueden ejecutar lo que firmaron con el Fondo, o si, por lo contrario, como hace un año, quedan pintados y haciéndose los distraídos. Al Canciller Cafiero que decía que “el único imprescindible es el presidente”, además de Alberto, también lo dejó plantado el Papa.  
El gobierno se ha convertido en una sucesión de hechos dislocados protagonizados por dos bandos que avanzan a los tumbos y a los codazos pero que sin embargo tienen algo en común. Aumentan la parafernalia, y hacen mucho ruido, porque en el fondo son impotentes para concretar lo que prometen o lo que amenazan. Escenifican lo que no pueden llevar a cabo como un número grotesco destinado a que el público se ría y los fanáticos se convenzan. Si esto ocurriera en el circo sería gracioso, pero el contexto es de una gravedad tal, que el efecto es el de una cachetada tras otra. Rápidos y furiosos para nada. 
Mientras Cristina redobla la apuesta de su guerra contra la Corte y el presidente simula que todo está bien, la realidad es tierra arrasada. Como advertimos, se conoció el impacto de la inflación en la canasta básica, y los números asustan. La canasta básica, es decir, lo que necesita una familia para no ser pobre, creció más que la inflación, que ya había marcado un salto sin comparación en los últimos veinte años. Un grupo familiar integrado por dos adultos y dos niños necesitó 89.960 pesos para no ser pobre, 7% más que el mes pasado. Y si nos centramos sólo en la canasta básica alimentaria que demarca los límites con la indigencia el número alarma aún más. No sólo vuelve a ser superior que el salario mínimo que incluso tuvo un reajuste sino que parece inalcanzable para cada vez más argentinos: 39.862 pesos. Sólo para comer. Lo básico. Ni hablar de educación, salud o vivienda. El llamado dramático del arzobispo de Rosario, pareció hacerse eco tanto de este drama como de la indiferencia que ostenta el poder. Monseñor Eduardo Martín alertó sobre los altos niveles de inflación, pidió responsabilidad a la dirigencia política nacional y advirtió que se empieza a notar “la falta de alimentos”. También mencionó la creciente inseguridad que tiene en su diócesis un ejemplo de máxima gravedad. 
La discordia entre el drama de la realidad y la nube en la que vive el poder es tal, que el ministro de seguridad sale a hacerse el bravucón con los tractores del campo, pero no con los narcos, el presidente carajea pensando en las elecciones de 2023 y no en la inflación de 2022, y la vicepresidenta arremete contra la justicia en un universo paralelo donde todo lo que le importa es ella. No faltan en estas horas quienes también la candidatean para las próximas elecciones. Como si no diera la sensación de que ya mismo, es ella la que manda.  
Es difícil entender la desconexión escandalosa del poder con el ciudadano de a pie. Los bonos para jubilados y trabajadores parecen migajas de campaña que se muestran insuficientes a la media hora siguiente porque la crisis le gana en velocidad a cualquier paliativo. Quizás sea frecuente que en las alturas del poder arrecien nubes de polvo como la que ayer se levantó en pleno acto donde compartían anuncios energéticos en Vaca Muerta, el presidente y el gobernador de la provincia, y que no les permitía ver. Ellos se rieron, vaya a saber de qué, mientras el remolino les tapaba los ojos. Triste metáfora. La política de los ojos que no ven y el corazón que no siente, no repara que camina por la cornisa. Aunque sea, muchachos, abran los ojos por ustedes mismos, para no caerse.