Hubo un tiempo en que Cristina Kirchner enviaba cartas desde su propio gobierno. Cartas suele mandar el que está lejos. O el que por algún motivo quiere mostrar distancia. Sino levanta el teléfono y ya.
Un día se terminaron las epístolas y aparecieron los discursos montados en escenarios en los que la vice sigue pareciendo la presi y da clases magistrales de la historia que se fantasea para sí misma, queriendo no embarrarse con el presente.
Es curioso cómo numerosas personas cuando se refieren a Cristina siguen llamándola “presidenta”, incluso opositores y periodistas. Días pasados en el Foro Mundial de Derechos Humanos ella dijo “Cuando alguien es presidente se le sigue diciendo presidente toda la vida”: Esa suele ser una costumbre en otros países como EEUU, pero no aquí. Pero Cristina encontró su propia fórmula de Cristina eterna, y ahí vive.
Más allá de eso, ¿quién podría dudar que ella es el vértice de poder en el gobierno? No sólo designó candidato a Alberto Fernandez, que de otra manera jamás hubiera llegado al sillón de Rivadavia, sino que, además, por bloqueo, omisión o intervención mostró que la que mandaba era ella. Ella provocó que saliera eyectado Martín Guzmán que se guardó la maldad poética de irse cuando la señora daba un discurso y desatando una crisis que escala hasta hoy con el dólar en casi 500. A ver: si Cristina empujó del gobierno a Guzman y ahí se desató la crisis. ¿Quién provocó la crisis?
La película siempre se llamó, “Desmantelemos al mequetrefe”. Así lo apodó la economista Fernanda Vallejos al Presidente en aquél audio de Whatsapp. Ahora todos los reyes quedaron desnudos con la crisis al palo.
En estos días aciagos, en que los argentinos volvimos a mirar las pizarras ochentosas del dólar, la pregunta vuelve a ser ¿y dónde está Cristina? Podríamos responder que, aunque no la veamos, Cristina siempre está. Pero sobre todo porque el ministro de Economía es en los hechos su presidente de reemplazo del presidente y nada de lo que haga se hace sin la aprobación de ella. Es decir: Massa es Cristina. Cristina se esconde detrás de él como huidiza esfinge y es la autora intelectual de la puja con el Fondo que se tensa en estas horas en medio de la crucial negociación por un nuevo desembolso de dólares frescos. Mañana cuando hable en La Plata, despotricará contra el organismo, casi como si estuviera dispuesta a quemar las naves. Sabe que no puede, pero esa será la cortina de fondo de algo que ocurre como si nadie lo hiciera, o como si lo hiciera el mercado.
Ante la disyuntiva de devaluar a la luz del día y de que devalúe el mercado, están dejando que devalúe el mercado. Lo que no están haciendo es una forma de hacer. Ya no resulta creíble que no quieren devaluar porque les preocupa la inflación. Porque la suba del dólar libre y en estos niveles, puede generar hasta más inflación. Lo que le preocupa a Cristina es poder jugar a ser víctima, ya que de lo contrario quedaría claro que es responsable.
Como siempre y no importa lo que pase, ella conectará todo con su propio relato donde el centro de gravedad pasa por sus propios problemas, sean sus causas judiciales o sumar culpables al atentado en su contra. Desviar el centro de atención e instalar un tema que barra con todo en la conversación pública es algo que la vicepresidenta hizo siempre muy bien. Pero, ninguno de estos efectos especiales tiene ya la magia de antes. Los trucos están gastados y la calamitosa situación económica es el primer tema en todas partes. Y Cristina lo sabe. Lo que pasa es que sabe también, que hay un circulo de incondicionales que esperan sus órdenes y no titubearán en explicar lo que ella les diga de por qué pasa lo que pasa y a quién hay que castigar. Y hoy, al menos debe mantener esos fieles porque la cosa viene mal.
Luego de las elecciones legislativas de 2021 la vicepresidenta había escrito una de sus misilísticas cartas donde pasó factura por la derrota y pidió renuncias en el gabinete. Esa carta también decía: “el peronismo sufrió una derrota electoral sin precedentes. Mientras escribo estas líneas tengo el televisor encendido pero muteado y leo un graph: “Alberto jaqueado por Cristina”. No… no soy yo. Por más que intenten ocultarlo, es el resultado de la elección y la realidad. Es más grave aún: en la Provincia de Buenos Aires, termómetro inexcusable de la temperatura social y económica de nuestro país, el domingo pasado nos abandonaron 440.172 votos de aquellos que obtuvo Unidad Ciudadana en el año 2017 con nuestra candidatura al Senado de la Nación…“. Cristina siempre busca la manera de decir “No, No soy yo”.
En esa carta llamaba “catástrofe política” al resultado de las elecciones y analizaba las condiciones económicas y el ajuste que la habían propiciado. Todo aquello, es peor ahora, y esta carta parece una carta desde el futuro. De alguna manera también explica por qué ella no será candidata a presidenta. La verdadera proscripción la logró el desastre económico que está en trágico desarrollo.
“No leo encuestas… leo economía y política y trato de ver la realidad”, decía entonces Cristina y mañana volverá a intentar despegarse, como si no estuviera detrás del telón tensando o soltando los piolines de sus nuevas marionetas. Porque obvio, ella nunca es la culpable.