Un gobierno desorientado que deja su torpeza y sus miserias en evidencia. Ante eso estamos.
En la provincia de Buenos Aires se registraron casi 63 mil hechos de lesiones leves, graves o gravísimas durante 2021, es decir 170 por día o 7 por hora. ¿Ustedes creen que en todos estos casos movilizaron a un cuerpo de elite preparado para narcos u otros delitos peligrosos?
Pero hay una pregunta más: ¿era necesario detener a los choferes para que se presentaran a declarar ese mismo día? ¿No bastaba con ir a buscarlos con un par de patrulleros?
Sin embargo, ni la declaración, ni la detención, ni nada, hubiera sido necesario si Sergio Berni no proseguía con la denuncia que dijo que no iba a hacer pero luego hizo. Increiblemente, ayer, en medio de los cuestionamientos al operativo que depende de su cartera, volvió a negar haberlos denunciado porque dijo, “no es un alcahuete”
A la misma hora, en las pantallas de televisión el fiscal Carlos Rolero Santourian, confirmaba lo contrario. Que Berni había sido quien impulsó la denuncia.
Si no hay impulso la causa no sigue. Y Berni la impulsó. Parece que sí fue un alcahuete.
Otra cuestión que aclaró el fiscal es que las características del operativo habían sido una decisión de la Policia Bonaerense que depende de Sergio Berni. O sea que además de denunciarlos, cuando dijo que no iba a hacerlo, desplegó un operativo que se pareció más a un correctivo o a una humillación. Fue tan desproporcionado que lo criticó hasta Cristina Kirchner. “¿Era necesaria la magnitud del operativo y el tratamiento que se le dio al detenido como si se tratara de aprehender a un narcotraficante en su bunker?”
El tuit de la vicepresidenta es el reconocimiento de varios errores de cálculo durante las últimas 48 horas.
Ella que es hija de un colectivero, debe haber sentido una especial incomodidad con la desmesura que no había empezado ahí sino cuando el propio gobierno bonaerense quiso instalar la teoría de un complot político que se desarmó por el peso de su propia ridiculez y se les volvió en contra como un boomerang.
Cuando se lleva el relato hasta las máximas consecuencias termina indefectiblemente chocando contra la realidad. Una realidad donde a los narcos no los detienen como a los colectiveros que les pegaron la piña a Berni.
Fue una torpeza política tan grosera, que Cristina Kirchner que no había dicho ni una palabra sobre el crimen del colectivero en La Matanza tuvo que salir a hacer control de daños. Ella que suele borrarse cuando hay situaciones de crisis que los dejen en evidencia tuvo que aparecer para amortiguar las metidas de pata de dos de sus favoritos: Sergio Berni y Axel Kicillof.
Ambos habían cumplido con el plan de la señora de relacionar todo lo ocurrido con el atentado que sufrió ella y endilgárselo a la oposición. La vicepresidenta de hecho llegó a compararse con el chofer asesinado que no tuvo su suerte porque la bala no salió. Cristina se ha vuelto una líder política que sólo habla de sí misma, aún cuando debería mostrar compasión.
